Daniel Memmo

La soga, la flor, la puerta..el desvarío.

La soga que sujeta del cuello,

al cuerpo que decidió flotar..,

hundirse en su dolor..,

y en esas tormentas ya no encuentras el refugio,

la lluvia que no para..,

tus angustias te aconsejaron romper el vidrio de la salida de las urgencias,

y sonríes en la última foto como dejando el instante..,

la última mueca feliz dolida,

es solo una foto..,

es solo un instante..,

el resto del tiempo pesa como la plomada en los pies..,

hundiéndonos en el río de los recuerdos,

en el mar del las promesas,

flotando..,

como en el aire..,

como en el silencio,

también es esa soga..,

que te saca del pozo más oscuro,

cuando la garganta se gasta pidiendo auxilio,

y te salva..,

aferrándote como el cordón umbilical,

para pode respirar un día más,

aferrado con las ganas de  picar los dientes comiendo chocolates,

abrazarlo una vez más creyendo que es para siempre..,

observar una tormenta eléctrica más,

esconderle en el bolsillo el mensaje que habla sin labios.

La flor amputada decora el amor,

muestra en sus pétalos la belleza antes de ser olvido,

una rama seca tirada a la basura,

pero antes fue amor..,

fue poema y punto o exclamación de un enamorado,

la flor se habrá preguntado,

porque no se acarician con las manos cubiertas de tierra?,

es la promesa de compartir el suelo,

de un mismo barro..,

y ser polvo..,

otra vez viento..,

una promesa imposible..,,

de volver a tus labios..,

al rincón que nos amontonó el aliento fuerte del destino,

es la flor la que soñó antes de morir en un jarrón..,

abrazando  el mármol frio..,

quien es el dueño de este sueño?,

mi espina no duele más que su promesa,

y sus manos frías..,

como un hasta luego..,

jugando a ser inmortal,

con el corazón desecho escapándose entre sus dedos,

busca el consuelo de no morir sola,

la flor..,

es la ultima decoración de una vida..,

que tal vez nunca regó un jardín,

flores!!,

para celebrar el amor,

flores hechas coronas para llorar el final del camino.

Una soga improvisada es la llave..,

a las puertas que chillan por sus oxidada bisagras,

que conducen a otras puertas..,

otros pasillos..,

laberintos preexistentes..,

que ya recorrieron nuestros miedos..,

cada rincón que desorienta..,

 habita un lamento..,

un quizás..,

perfumadas de muchos olores,

fragancias que se disfrazan de caricias suave en la piel,

de pequeñas arcadas de asco y dolor,

que difícil es lograr escapar del laberinto,

cuando fue uno el arquitecto,

de cientos de pasillos y puertas..,

cada metro creado en la confusión y la angustia,

sin dejar un mapa donde se encuentra la salida,

siempre es otra puerta que lleva otra más oscura,

es el mareo la conclusión de que es la vida,

salir de un pasillo casi extenuado,

para encontrarse con otro,

y aun más cansado.

Una soga como símbolo..,

de pies que flotan a un metro del piso,

como manos extendidas que sujetan para impedir caer al abismo,

hasta los cordones aprietan..,

a esos pies que caminan en su rutina,

que dejan migas en los rincones,

para recordar que esos infiernos ya han recorrido,

para recordar que fueron felices en un desvarío,

que sus manos sujetaron rosas con delicados dedos,

que se aferraron a su cuerpo antes de ser soga,

que existió la flor viva antes de ser prosa,

cuando la felicidad no apilaba ladrillos,

y el cuarto era todo el paisaje..,

la cama de los amantes,

la soga,

las puertas,

los pasillos,

la flor,

el ombligo,

el desvarío,

observa tus manos..,

y recuerda cuanto has vivido,

observa tus manos.., que es el mapa de ese laberinto.

 

     Daniel Memmo