oscar perdomo marin

El cielo arrancó a llorar

Oscar Perdomo Marín

El cielo arrancó a llorar

El cielo arrancó a llorar y convulsionó. Su llanto se convirtió en cataratas de angustia y cólera. Resbaló por la montaña y arrasó con piedras y árboles y empujó toneladas de lodo y muchos bichos, para sembrar desolación allá abajo, donde yo no pude tranquilizar al niño rabioso que lanzaba sus truenos y abría y cerraba los ojos para cegarme y cegarnos a todos y llenarnos de miedo.
El cielo se confundió con la noche cuando fue gris y después oscuro hasta ennegrecer. Su llanto anegó la sabana y se derramó violento hasta cubrir la ciudad. No le importó el llanto ni los quejidos de muerte.
El cielo colérico despachó a los ángeles.
Los ángeles sin casa fueron demonios forajidos y saqueadores. Se metieron en todos los huecos, por las ventanas y alcantarillas; las puertas y las bocas y los orificios de la nariz de mucha gente y animales.
Los ángeles no toleraron que nadie compartiera el espacio conquistado. Fueron mezquinos, avaros, glotones y nunca permitieron competidores de la raza sojuzgada de los hombres.
Lo acapararon todo y devoraron la alegría, la tristeza y el silencio. Se quedaron solos como dueños de la muerte.
Los ángeles desconocieron al Diablo y lo desafiaron; defecaron sobre su cohorte de demonios inferiores para ostentar su poder; luego izaron una bandera que hicieron con las camisas de los hombres muertos: con las faldas de las mujeres muertas, con los pañales de los niños muertos y así trataron de igual a igual con Satanás: el demonio mayor de los pueblos cristianos.
Se aliaron con Luzbel cuando creyeron que nada terreno con vida quedó. Hubo una gran orgía, frente a la muda impavidez de un niño como yo, que sobrevivió a la barbarie, protegido por su inocencia.
En un instante crecí y fui adulto y nunca más quise escuchar los aleluyas.

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