Jordan Sanchez

Incongruencia

Si hubiera de ser mi propia dolencia, vertedera, cercenada, sería yo mismo.
Enajenado únicamente por razón, desazón el silencio baladí.
Para ser no más que lo inútil del lenguaje,
o lo fútil de una emoción equivocada en el momento casi correcto.
Que yo no sé nada y no me hace falta saberlo,
qué si lo sé en silencio, la fragilidad de mí figura espesa se diluye.
Pero que nadie diga que mi contradicción resulta ser una acción.

Quiero caerme sin levantarme (a propósito) e incentivar  olas olvidadas
de ese tránsito mental. Ah pero… ¡Qué inútil! Si dos mentes piensan mejor que:
Dos corazones: Suicida la razón, no muere, y dos corazones  pero dos mentes,
y dos cuerpos y dos ausencias y dos puntos inevitables que quieren evitar ese otro punto.
Maldita la individualidad, ah pero no tan maldita, bendita la indudabilidad de ser uno mismo.
Dos hemisferios, dos semi-homicidios ¿dolosos?
Mórbidamente yo y mis consecuencias, mi deforestación: Soy una ruina, en ocasiones,
solo en ocasiones, sin embargo mi civilización rápidamente muta  a un silencio pectoral,
un caos neuronal, domado por la nada, el volátil descontrol de sentirse razonablemente inútil.

Aquella humanidad sostenida a falange carmesí,
como el color de algún cuerpo celeste jugando a pagarse:
Me dibuja en un velorio, me desdibuja en el obituario de mi propiedad.
Porque quiero quedarme en el regazo de su solo alfabeto,
construir palabra por palabra la Ilíada continental, religiosamente escarbar
en la profundidad de su mera garganta imaginaria.
Pero…
Dígame  usted si esa sensación pronóstico de tempestad
es correcta.
Dime tú si esa disparidad de tantas notas al azar se cansa de disonar,
y no baila más que en un microtonalismo existencialista, dividido casi a cero.
¿Qué cristal propone mi vereda oscura?
¿A dónde va mi mirada si mi verdad es obsoleta?
A donde va mi sueño si me abandona
¿A dónde va mi sueño si me abandona?
A todas las noches más oscuras,
a mi mente, sola-mente.