El amor es la mano extendida
hacia ese otro amor
que la acaricia.
Es el abrazo que abraza el alma
en el instante que lo precisa
-no el adecuado,
-ni el más pensado
-ni el más correcto
Si no el más inesperado,
el que aparece como de la nada
y transmite calor y esperanza
Es por eso que…
En la soledad sin el silencio
cuando hablan los te-quiero,
los susurrados al oído
con la voz del corazón,
y con una mirada encandilada
y las manos extendidas,
son como la brisa que acaricia,
la que roza tus labios
y te hace sentir que estás viva.
Es el amor la belleza
que se comparte,
el arte que hace dibujar
la más bella obra de arte.
La que cuando la miras
ahí te ves, lo besas y le dices:
Gracias amor, muchas gracias
por tu mirada, por hacer
de mi esencia la tuya,
y de mi existencia
un horizonte de esperanza.
Y de la luz que me alumbra,
esa puerta abierta
por donde entran tus reflejos.
Y, además, amor,
con el brillo de tus ojos de cielo
hacer que me arrebate
y solo piense en tus besos:
De ternura,
con sabor a canela,
o de pasión desnuda,
que fueran como fueran
te haces viento
y vuelas por mi cuerpo
a la velocidad de la luz.
-Mariposas de colores
-Hojas de otoño
-Olas saladas de encaje azul
-Verdes como trigales verdes.
Cuando por los caminos sueño,
voy pisando la alfombra
de esas hojas otoñales,
me besa la cara la salada
claridad azulada
y me bailan las espigas
al son del aire que tu suspiras.
Es abrir las alforjas
sentada a la sombra de tu cuerpo
y dejar salir la ternura
-que calienta,
-que alimenta.
Dar rienda suelta a la pasión
que anda prisionera
y al verte se libera.
...
Si amor,
el amor son tus manos
acariciando mi alma.
Tu voz despertando
mis sueños dormidos.
Y tus besos,
¡ay, amor, tus besos!
Esos que más que una vida,
cuando los pienso,
la eternidad quisiera
prisionero de todos ellos:
De ternura,
con sabor a canela,
o de pasión desnuda,
los que tú me dieras amor,
que fueran los fueran,
por favor,
que nunca me faltaran.
Le decía el marinero
repitiendo cada beso
como un eco profundo.
…
Y alargaba sus manos
y abría su alma
y le llegaban caricias:
Mariposas de colores
mecidas por las hojas
del otoño que danzaban
al son de las olas
de claridad salada,
las que le besan la cara
y le hacen suspirar
el viento que tú suspiras.
Gracias amor,
gracias por tu pasión
hermana de mi ternura.
Esas fueron sus palabras
mientras se quedaba dormido,
al tiempo que unos dedos,
cálidos como el terciopelo
y suaves como la brisa,
le rozaban los labios
y le acariciaban el alma.
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