Alejandro Schleyer

A esa amiga inesperada

No esperaba conocerte
ni ser amigos en un inicio.
Sospechaba de ti,
pero al final resultó un camino.
¡Y qué camino!

Compañeros por un año,
por uno sólo.
Yo esperaba cien,
pero no estaba en los planes de Dios.

Una noche triste
terminó el viaje juntos.
Luego, la lluvia
y la oscuridad sin estrellas.
Las nubes rodearon todo
por tres meses.

Y, luego, sin más,
nos encontramos. ¡Qué inesperado!
Y pude dejar ir la lluvia.
¡Libertad del alma,
paz en el espíritu!

Agradecí, entonces, de nuevo tu existencia
y pude recordarte con cariño
y también pude ver desvelado
lo que Dios ha obrado en ti.
¡Qué camino recorrimos!
¡Vaya puerto al que llegaste!

No me gustó este giro en la historia,
no en un principio,
pero era necesario.
¿Por qué así?
No lo sé,
pero mis ojos se abren
y entiendo más.
¡Gracias, Dios!

Vuela, mi amiga inesperada.
Sé libre de volar
que Dios te espera en el cielo.

Temo que no podemos ya ser amigos.
Nuestros viajes se separan,
pero siempre tendrás mi afecto,
siempre tendrás un lugar especial.

Gracias, amiga inesperada.
Con mi oración te acompaño.
El Señor cuidará tu vida;
el Señor cuidará tu alma.

Gracias, amiga.
Muchas gracias.