eibaoga

Nadie, nada.

A veces mi olfato ve y oye lo que mi oído no oye ni mi vista ve,

será por eso que a menudo mi olfato orienta mis pasos.  

Tengo muy definidos los olores que orientan mis pasos.  

Será por eso que me cierro a que mis pasos los orienten ciertos olores.

Y entre esos olores está el de la pestilente podredumbre.

Y sea como sea que se le llame al aborto, el aborto me huele a pestilente podredumbre.

El pestilente olor de la muerte.

 

Yo soy, dijo.

Y nadie estaba allí.

Y nadie le escuchó llorar.

Y nadie lo ayudo a vivir.  

Nadie, nada.