El otro yo

La tormenta perfecta

Saberte ya intangible,

era el alfiler que hincaba en la herida,

hurgando en el fondo para hundirme,

rodillas al suelo y rogándole al cielo

un segundo más entre los dos.

Me perdía entre el sollozo inútil

de una amante sin su amante.

Y es que no hubo felices por siempre,

el final no era detrás de la tormenta,

era en tu sonrisa transparente, siempre.

Porque eras mi tormenta perfecta,

llegabas a sacudir lo que conocía,

a dibujar el arcoiris aún sin color,

a caminar pies descalzos sobre fuego.

Conociendo el vacío y la plenitud

de la misma mirada, de ti, en mi.

El mar nos borró las huellas en la arena,

nos cubrió de espuma anestésica,

pero el fuego quemaba aún mi alma en ti,

tu corazón en mi.

El tiempo aprendió a calmarse sin los dos,

para dejarme al sol tendida,

ya sin tempestad tan encantadora

por delante, como lo era tu vida.

Nadé a tierra firme para vivir mi caos,

todo terminó con la marea, inundados

y distintos, yo viviendo en ti

tu inmortal en mi