Alberto Escobar

Aguja e hilo

 

De la coyunda del Arte y el Ingenio sale
este engendro, discurriendo a lo libre. 
Que en España se imponga la libertad
de espíritu.

Parafraseando a Baltasar Gracián.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Cuando el Arte y el Ingenio se dignan a la gresca,
la victoria que a la postre se dé siempre será
de la casta de los Pirros, porque en una guerra,
aunque santa sea, todos pierden y ninguno gana.

 

 

 

De mañana temprano, cuando el alba apenas se despereza,
se lanza Arte a la busca de cobijo, prefiere de suyo los ingenios
más precoces, según pregonan las malas lenguas.
De suerte que uno de ellos, de esos que saltan como la liebre
tempranera, enfila como por ensalmo el mismo caminar.
Arte, muy segura de sí, le refiere:
¡Oye, Príncipe de los Ingenios, menesteroso de papiro donde
versar tus luces, de lienzo donde enjugar tus mocos, ¿Deseas
probar suerte con esta señora, demasiada en tablas, que no sabe
a qué parnasos te llevaría?
Ingenio: Señora, con todos mis respetos; como puede apreciar
de mis blancas carnes y mi robusta y fresca compostura, soy de esos
que llamaban efebos en las altas Hélades, y no me reputo apto
para calzar los hábitos a tamaña y longeva doncella.
Arte: ¡Longeva te atreves a apostrofarme!¡Qué insolencia la tuya
mequetrefe de tres al cuarto! Si detuvieras tus mientes en lo ancho
y largo de mi cuerpo contemplarías cuán hermosas las prendas que
luzco, prendas que me cuelgan de tanto ingenio como he coleccionado
a lo largo de mi ya larga vida; ingenios que han hecho las delicias de los
más excelsos tiempos y humanidades, y aquí los tienes a tu libre albedrío
para que de estas capas hagas tu sayo.
Ingenio: Largo me lo fiáis bella y experta dama. En las ciernes que por hoy
disfruto no caben demoras ni rémoras, ni el tiempo se presta cual gato
que de ratón hace gala. Las premuras para mí no están hechas, y tiempo
al tiempo que el tiempo solo uno es. Ya vendrán mis mieles si en mis campos
caben colmenas y jaras que las alimenten.
Arte: Dicen, dechado de descaro y sobradez, que a la diosa oportunidad
la pintaron calva, y que si te rebasa sin que de su postrera cabellera asas,
te quedas en tierra compuesto y sin novia.
Ingenio quedó perplejo y como pensando ante un rebate de parejo tamaño,
tal que acabó cogiendo el portante hasta el atrio del colegio que esperando
con pupitre se asentaba calle abajo. Arte, con la palabra en la boca, quedóse
muda y denodada, no expectante de tan súbita espantada.
Así fue este encontronazo, como planetas condenados en órbitas ajenas.