Lucía, de tus manos, antorchas;
fuego incesante, que quema;
deletrear tu nombre, es vértigo
en mis cuerdas; es cúpula del
cuerpo que sucumbe en círculos
paquidermos; es metáfora
conjugada con verbos mortíferos.
Lucía, que dirán tus padres, del
sujeto tácito, que toma importancia
en la lectura de tu vientre.
Lucía, quizás estarás a la espera
de la lluvia, del fortuito noser, o quizás
en el poniente, mi ausencia, buscaras.
Lucia, entre las sombras, caes a mis manos,
como arena, te esparces, y yo te entrego
al mundo, con el vestido lleno de besos.