De sus ojos nacía mi poema,
hilvané con su risa mi mortaja;
su figura magnífica era caja
que guardaba pasión de gran emblema.
Fue mi canto la nota de un fonema,
donde el llanto, su lágrima desgaja;
donde el ansia de amor, silente viaja,
coronada por pálida diadema.
Fueron tantas las penas que nacieron
de la bella ilusión que yo tenía;
que los rayos del sol palidecieron
en las brumas del sueño que moría;
y sus trinos preciosos fenecieron
con la dicha, que rápido se iría.
Autor: Aníbal Rodríguez.