Ella tenía tanto miedo de las historias,
Que al final terminó
siendo una de esas historias,
de esos amores de verano...
De los que luego daban origen
a historias de celos en su imaginación...
Logré unos cuantos instantes 
hacerla sentir querida, 
eso me dijo unas cuantas veces... 
Esa había sido mi incapacidad, 
El no hacerle sentir lo que plasmaba en cada respiro 
y en cada latir, 
¿pero como hacerlo? 
si aún sigo aprendiendo como querer y amar.... 
Por ello las historias en su cabeza 
Terminaron por hacerla 
Parte de una historia que cruzó un rato con la mía.
Por mi parte 
Había sepultado a mi viejo yo, 
Con todas esas flores ya marchitas 
Que alguna vez regale
Como no quería que tratarla igual, 
le escribí los poemas que nacían 
en cada uno de los momentos
Que solloce en sus pechos. 
Sí, ella había revivido al poeta muerto, 
Lo había revivido con su paciencia, 
su amor y cariño. 
Una vez que revivío,
Debió quedarse con el papel de amigo, 
y no convertirla en su musa. 
Pero no se manda en el corazón, 
ella tenía algo especial 
en sus ojos y en su risa, 
y en esa paciencia.
Y fue mi musa, 
y ahora escribo para ella 
las últimas letras 
en otro lago más limpio 
en donde renací. 
Y la quiero y sé que comenzaba a armarla,
Al menos lo hacía con cada respiró 
Que tal vez no era mucho, 
No era mucho porque el soplo de vida 
la había yo recobrado en sus ojos 
y en sus alitas incesantes. 
Y se que al poner este último punto, 
no dejaré de sentir... 
Porque la quiero y comenzaba a armarla. 
¿Pero que poeta sería?, 
Si dejara de sentir y escribír.
Porque ahora mismo siento.