Yokse

Poema sin título

 

Es la vida la única que me arrebata la vida.
Y es que vivo porque muero,
y me desvivo;
y retorno.
No retorno. Así es.
Un recuerdo de otro recuerdo,
y otro,
y otro recuerdo;
desvanece tras la blancura de los jazmines.
Y digo la blancura de los jazmines porque hay quien puede verla. También sentirla. Yo sólo puedo decirla.
¡Qué desprecio tanto recuerdo!
-qué recuerdos tan despreciables-

Gota,
recuerdo,
gota,
recuerdo.
Gotas de agua cada día sobre mi pecho.
Día tras día.
Año tras año.
Y estoy ahogada en un charco que es solamente mi torso húmedo.
Diría más bien un pozo de agua sólida. Un pozo de agua sólida con palabras que arden. Pero no arden lo suficiente.

Hoy, he observado unos cuantos más segundos que dos
las fotos y los marcos de la mesa del comedor.
Están callados.
Nada dicen.
Tampoco nada espero que digan.
Padre, ¿También has robado sus palabras?

Mundo, yo quiero hablarte.
¡Pero te empapas los dedos en el charco!
Y aún así mueres de sed...

Quisiera, Mundo, olvidar mi primera palabra.
Quisiera olvidarla con tantas ganas,
que hasta a veces no puedo decirla.
Papá.

Mundo,
te ruego que la noche caiga,
todavía no quiero ver la sangre derramada.
Y tú, me súplicas que me asome.
Y no hay ojos que me miren con ternura,
y no hay llantos siendo tú quien llora;
muriendo de sed.
Y al parecer, tampoco hay ninguna palabra,
para sanar el alma.
Y por eso.
Poema sin título.