Leomaria Mendes

Con la luna en testigo

No te afanes…

Al igual que aquel cocinero, que perdió su toque especial por consecuencia de años trabajados sin avanzar.

Cocinero contratado por patrones íntegros, que poniendo su situación  en una balanza,  han podido apreciar que este hombre ha sido de gran valor en un pasado, y por ese motivo  lo conservan sin dudar.

Ya no dispuestos a perder clientes a la competencia, contratan a un joven  ayudante, con el propósito de que el mismo aporte el toque especial que el chef local ha perdido.

El restaurante vuelve a triunfar…

El joven ya cansado y aprisionado por la impotencia, de que cada día lo cocine el, y el cocinero sin brillo, brille en su gloria llevando los méritos  inmerecidos. Se entristece…

Mira al cielo, creyendo que de ahí caerá  sobre él, una lluvia de justicia y lanza una pregunta:

¿Hasta cuándo, comeré este bocado amargo de nombre impotencia?

 Su  fe  era tan fuerte, que de una forma audible pasado por un timbre de voz anciana, el escucha:

- No te afanes…

Aunque la tristeza se asome por la noche, con la luna en testigo,

la alegría siempre volverá por las mañanas.

Juguetona  y traviesa alegría, que jugando en inocencia,

se esconde para contar 1, 2, 3 y antes del 10, vuelve al alma.

Alegría dulce, que como morada de luciérnagas,

destapa la triste oscuridad, revistiéndola en luz.

Y  en la luz de la verdad, no habrá quien apague tu brillo.

Todo se arreglara, descansa…