Ma. Gloria Carreón Zapata.

LA REALIDAD TRAS LA VENTANA.

 

 

 

La noche estaba en sosiego lejanamente se escuchaba el gorgoritear de las aves que en sus respectivos nidos descansaban. Después de haber disfrutado de las rimas de Bécquer, el cansancio me venció hasta quedar profundamente dormida. Ignoro cuanto tiempo pasó. Un fuerte ruido me hizo abandonar la cama. Quizá fue en mi sueño me cuestioné atolondrada y me volví a acomodar entre las sábanas cubriéndome hasta la cabeza. Siempre he temido a la oscuridad esta vez no era la excepción.  

 

De pronto, sentí la presencia de algo o alguien cerca como si se hubiese apoyado en mi cama y se inclinara hacia mí. Sentí el jadeo de su respiración acelerada en mis oídos a la vez que un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir como si me ataran una cuerda al cuello y la apretaran. Di tremendo brinco del miedo a la vez que respirando con dificultad me dirigí a encender la luz, no sin antes tirar tremendo manotazo al supuesto intruso, golpe que se perdió en el aire.

Apenas pude mantenerme en pie, sentí que las piernas me traicionaban aunque por un momento quise salir corriendo, más me contuve pobre ilusa. Me apresuré a tomar un spray que conservo cerca para cegar a los intrusos. De solo pensarlo la risa me ganó, tal vez fue la ansiedad de sentirme en peligro.  

¿Qué podía hacer yo con un aerosol, y si era un ladrón revólver en mano? 

Creo que nada, y si se trataba de un alma en pena mucho menos.

En el mismo momento en que corrí a asomarme por el visillo de la ventana vi que una sombra se movió rápidamente. No pude contenerme me dirigí hacia otra ventana que está en la habitación contigua.

Casi al llegar, entre las prisas y la penumbra me tropecé con una silla, la cual el ruido de la misma al caer y golpear contra el suelo me hizo gritar a todo lo que daba mi garganta.

Al asomarme lo único que logré ver fue un coche de color oscuro que huía de algo o de alguien. Mismas palabras que declaré más tarde ante el ministerio público. Porque todos los vecinos fuimos citados a declarar a sabiendas que podíamos ser arrestados por el \"efecto espectador\", que está a la orden del día. Más a esa hora de la madrugada todo el mundo dormía, sólo yo estaba despabilada presa del insomnio y el miedo.  

La calma invadió por completo el ambiente. Me dirigí a la cocina a prepararme un delicioso café, encendiendo un pequeño radio que me acompaña en mis momentos de soledad y nostalgia. Por la interferencia que había en ese instante no logré establecer señal, fue entonces que yo misma me puse a tararear, para que si el extraño aún andaba cerca pensara que estaba despierta o acompañada. Me dirigí a la puerta principal que por lo atolondrada había olvidado revisar, pero nada estaba fuera de lugar, regresé a sentarme a disfrutar de ese delicioso café que tanto me gusta, eso me tranquilizaría.  

 

No supe en que momento me quedé profundamente dormida cuando un par de sirenas y un gran alboroto me despertaron. De un brinco llegué hasta la ventana tratando de ver lo que pasaba afuera, mucha gente aun en pijama se encontraban a tres casas de la mía, había patrullas por doquier, gente que corría hacia todos lados.   Me acomodé una bata encima de mi pijama y salí a ver que estaba sucediendo, acercándome a una de las vecinas le pregunté qué era lo que pasaba, por qué tanto bullicio, ella sin más moviendo la cabeza y con el miedo reflejado en su rostro me murmuró.  

--Hubo un asesinato, alguien estranguló a la vecina del 2011 -- 

Fue entonces que reaccioné y recordé lo vivido esa misma noche.   Sentí una especie de vértigo y me regresé a casa, pensando que esa pobre mujer me había salvado la vida sin darse cuenta, pero, en ese mismo momento me cuestioné de nuevo.  

-- ¿Si el asesino ya estaba dentro de casa que lo hizo abstenerse de cometer el crimen conmigo?--

   Sin duda Dios, es muy grande. Me puse de rodillas agradeciendo al Eterno haberme salvado la vida, en ese momento pensé que tal vez estuvieran transmitiendo alguna noticia al respecto en la televisión y la encendí, pero nada había en ese momento.

 

A la mañana siguiente encendí nuevamente la televisión y estaban pasando el lamentable incidente. Una joven mujer había sido la víctima de algún canalla, porque no puedo llamar de otro modo a un ser que se ensaña de esa forma con una indefensa mujer, al momento escuché unos leves golpes en la puerta, dos oficiales me llevaban un citatorio para que pasara a declarar. 

-- unas preguntas de rutina solamente señora-- Dijo uno de los oficiales.  

Desde esa misma noche, tuve dos vigilantes custodiando la casa.   

--Pero, yo no soy ninguna asesina-- Declaré.

En lo que uno de los hombres no pudo ocultar su risa por lo que manifesté.

--No señora es una investigación de rutina y se está llevando a cabo con todos sus vecinos--

  Me sentí en un dilema muy grande.

   -- Si el asesino estuvo en casa, me reconocerá, estoy segura--

 El temor nuevamente se apoderaba de mí. Otro día en la delegación, declaré lo que había soñado o quizá vivido la noche del crimen, cuando de pronto frente a mí, dos oficiales me mostraban a un hombre esposado de mediana estatura, su mirada tenía dibujada la maldad y me veía fríamente a los ojos como si me retara.

Un estremecimiento invadió mi cuerpo, al tiempo que sentí una corriente de viento helado, a la vez que el sudor comenzó a bañar mi rostro, la voz de uno de los oficiales me hizo volver a la realidad,  

-- ¿conoce usted a este hombre? preguntó--,  sentí que había firmado mi sentencia de muerte, con solo haberme presentado a la delegación.

--No señor oficial, en mi vida había visto a este hombre--

El sospechoso sonrió de forma complacida, asintiendo con la cabeza sin dejar de clavarme su fría mirada, a la vez que ese olor que desprendía el sujeto  se me hizo completamente familiar, pero en realidad en mi vida había visto a ese hombre.  

Al firmar la declaración, sentí que las manos me temblaban no pude más y voltee nuevamente a ver como se llevaban al sujeto lejos de mi presencia. No dejaba de pensar en ese olor extraño que despedía, y ensimismada me dirigí de nuevo a casa. El miedo se convirtió en terror, cuando por un momento se me ocurrió pensar que si dejaban libre a ese hombre sabrá Dios, que pasaría, esa mirada tan fría me había dejado aterrorizada.  

Al paso de los días fui visitada nuevamente por los mismos oficiales, los cuales me daban la noticia que sus sospechas resultaron ciertas, efectivamente se trataba de un psicópata. Ese malvado era el asesino, lo extraño que al confesar el crimen declaró con gran cinismo que, efectivamente la víctima iba a ser yo.

Solo que en el momento de ejecutar el homicidio, sin antes utilizar cloroformo para dormirme entraron a mi recamara un hombre vestido de blanco y no tuvo tiempo de cometer su fechoría y salió huyendo, más no conforme al correr por la parte trasera y esconder el frasco del mortal líquido tras la ventana vio a una mujer dentro de su casa y la puerta abierta, desquitó su coraje e impotencia con ella.  

¿Qué nos pasa a los seres humanos? Los demás no tienen la culpa de nuestras frustraciones. ¿Por qué tanta maldad en el Mundo?