A. Martinez

Tarde de cuerpos.

Tarde de cuerpos.

Cuando tus ojos
cruzaron por aquella
indispensable puerta,
no sabía yo
si eras sólo la luz
de un deseo muy antiguo,
o si en presente
llegabas,
para iluminar
con descansada ternura
mi cansancio.

Se descolgó
entonces tu voz,
desde la septentrional
línea que separaba
los labios,
y supe instantáneamente
que estaba en casa,
agotado ya el camino
por donde fui hallándote.

Finalmente,
todo comenzaba para ser
de una manera diferente
a como había sido,
y pude sentir la verdad
de tus manos,
vertiendo ilusiones
en el tejido de mis cabellos.

Comenzábamos
un viaje nuevo,
hundiéndonos
en las palabras
que ya no podíamos
pronunciar,
dejándolas insonoras
en la geografía de la tarde,
envueltas,
en el apetecible
perfume de los cuerpos.

Eduardo A Bello Martínez
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