Diego Nicolás García Contreras

Habla la lengua llena (proto reflexión 7)

Había olvidado lo lejos que estuve
y que hoy estoy recién alunizando
hollando cavernas inexploradas
entrando al sistema,
a ese que siempre rechazé 
puesto que nunca me dió ninguna seguridad,
fui su hijo pródigo
alarmado en desventuras
gasté toda su resma
acribillé sus leyes
enmohecí sus normas
con mi entumecida aparición.

Casi olvidaba lo inefable de sus sábanas limpias
los inciensos en la guarida
el altar al que siempre recurrir
el olor a nuevo
a biblioteca
la apertura de la caja,
está bien que no quisieras compartir esos deleites conmigo
está bien, acepto que las consideraba vanalidades
la eclosión de las burbujas
la deuda saldada
dormir en paz tras una oración, 
estirar la cortina, 
y llenarte la piel de aromas...

Es extraño como lo ambiguo me encendía
porque en eso encontraba lo que la materia nunca me dió
la capacidad de pensar en todos los tiempos
y sentir como la vida llena de sus absurdos pasaba por mi lado,
como radicalizar los pensamientos me hacía sentirme menos miserable,
como excluirme de sus fútiles superficialidades me reservaba a un mundo más lleno de espíritu
pero no,

oh sabiduría de las cosas sencillas
resultado quimico de los deleites
cuanto tiempo llevo ignorándote

comparándolas con cualquier reloj
con un trozo de nada bien estirado
y estilando al amanecer

Me he bañado en los tormentos de la noche
en la unidad más deshabitada
y le he dado la espalda a la calma
a momentos como estos de los que mi vida se componía tan alquimicamente
últimas perlas olorosas de mi vida
vuelvan a mi hechas unguento
tornense carpetas
mamarachos que me visten con mi estilo
vuelvan a aparecer
razón gitana de servir
de reseñar al mundo que a veces desaparece en el espejo
y que en cada última gota de recuerdo
me lleva a comprender
de que de las cosas más ínfimas se alimenta la vida