Enrique Obregon

A un malcriado

Algunos aruñan de los huesos la presteza,

que herrumbró el hambre hasta el resuello,

otros que son el eco de su casta y gremio

negocian el anhelo por el camino ya hecho.

 

Tú te has tendido entre el hambre y aquel anhelo

por asfódelos prados, el punto muerto,

y adviertes ahora de la existencia el vicio

en las paredes que consignan tu pretérito.

 

El mundo se repite sobre la marcha,

bajo el forzado espectro de un cielo,

sobre las dispersas huellas de siempre

es la fábula que jamás te mintieron.

 

Por la fruta que encamina al hombre

empezará a virar tu anhelo incrédulo,

sólo queda recoger la exigua moneda

del barro que consagra el éxito.