No es la lluvia que arrecia en las noches. Es la gota silenciosa que del cielo cae, deslizando su agonía en los aleros.
Parece llover, pero no. Al desvelar el velo de mi ventana, veo el vidrio empañado. Puedo percibir, que el cielo llora, la desgracia que de la tierra aflora.
Días llevo esperando tu regreso. Te has perdido, ni tu aroma el aire trae consigo.
Veo y escucho la mirla en mi jardín. Se acerca sigilosa y en un pétalo de rosa, me cuenta de Micifuz. Me ha hecho saber, de sus secretas ilusiones, de los hermosos ojos negros de su amada y su blanco pelaje.
La vida es solo un sueño, o quizás, un infierno. Extraña sí. ¡Al amor, desprecio, al desprecio, amor!
¡Absurda contradicción de la existencia humana!
Al descorrer el cerrojo de la ventana, el viento ipso facto avienta a un costado mi pijama, abrigando mis pechos y mejillas. Exhibo mis dedos en aras de palpar el aire, pero la gota silenciosa abre un surco en la palma de mi mano. Vierte gotas de sangre y fuego, como si recordase, la historia que adherida a mis extrañas, quedó plasmada.
*
Lluvia que aflige igual que un recuerdo
Lluvia que ahonda en el pilar de las heridas
Abriendo aún más sus sinsabores
Lluvia que sin clamar, clama
Y sin llorar
Llora
Lluvia taciturna y taimada
Pero lluvia al fin.
* Imagen tomada de Pinterest.
Luz Marina Méndez Carrillo/18062019/ Derechos de autor reservados.