Cesar Busso

El tío malo

EL TÍO MALO


Mi tío malo se llama Jacinto. Últimamente lo he notado un poco triste. En realidad, diría que hace mucho no le escucho esa sonrisa contagiosa, que supo desperdigar tantas veces en las reuniones familiares.
Hace ya un tiempo que vive sólo. Su esposa (mi tía Sandra), falleció hace unos años de una enfermedad terminal que prácticamente no nos dio tiempo de despedirla.
Y encima su único hijo (mi primo Sebastián), vive en Europa desde hace mucho.
Jacinto ya es abuelo. Tiene dos nietitos. Si todo marcha bien, el año que viene viajará a conocerlos. La más grande tiene cuatro años, se llama Sofía; y hace un año nació el varoncito. Le pusieron Sebastián Jacinto.
Ésta tarde, y como todos los viernes, iré a visitar a Jacinto. Pusimos ese día porque nos venía bien a los dos. Mi tío malo siempre me ha dicho de lo importante que son las citas.
“Fijarle un día y un horario a una persona es como regalarle un pedazo de tu vida” suele acotarme.
Y de ésta manera, nos hemos acostumbrado a vernos los viernes por la tarde. Es todo una ceremonia.
No sé quién le puso tío malo, cuando yo era chiquito ya le decían así.
Ahh, me olvidaba, Jacinto también es mi padrino.
De lo que si me acuerdo es que yo le dije varias veces tío malo. Bueno, en realidad nunca se lo dije, pero sí lo pensé.
Cuando llegaba la fecha de mi cumpleaños o el día del niño, yo me enojaba mucho con Jacinto. Jamás me traía un regalo.
Me acuerdo que llegaba y le preguntaba a mi mamá si me hacía falta algo de ropa. Luego, se me acercaba y me decía que había traído un enorme regalo para mí, que se llamaba tiempo; entonces me agarraba de la mano y nos íbamos a la plaza del barrio.
Yo creo que le salía barato regalarme tiempo, porque todas las semanas me hacía el mismo regalo.
Pasaba a buscarme los jueves por la tarde. Ese día, tenía que hacer las tareas de la escuela a la siesta, porque mi tío malo ocupaba toda la tarde en hacerme su regalo. Y eran todos los jueves! Ahí aprendí lo de las citas.
Muchas veces escuché a mis padres y a otros tíos hablar mal de Jacinto. Le criticaban esa idea que tenía de no comprar regalos.
A medida que fui creciendo, me di cuenta de que mi tío Jacinto no era tan malo como muchos decían. Solamente veía la vida de otra manera, disfrutaba de las sencillas cosas que van pasando a diario, y que muchos no logramos ver.
Por ejemplo: Un día me fue a ver a la final de un torneo de fútbol, lo habíamos organizado con mis compañeros de séptimo grado para el viaje de egresados. Esos eran sus regalos, siempre tenía un tiempo para mí.
Comencé a tomar conciencia de que Jacinto actuaba como un verdadero compañero conmigo. Siempre estaba pendiente de lo que me pasaba. Y si bien nos veíamos poco, cuando menos lo esperaba, mi tío malo siempre aparecía; o bien para ayudarme si tenía algún problema, o bien para simplemente hablar de nuestras cosas.
Mi tío Jacinto jamás me dio un consejo, sólo me decía de qué manera hubiese actuado él estando en mi lugar. Y me lo decía luego de haberme escuchado sin interrumpirme en ningún momento.
Con el tiempo, comprendí una de sus frases favoritas: “Aconsejar no es aconsejable”.
“Es que cuando uno da un consejo, mi tío malo me explicaba, automáticamente está generando una responsabilidad consigo mismo”.
“Y es ahí, continuaba Jacinto, cuando nos metemos solitos en un serio problema, ya sea por hipocresía, al no hacer lo que decimos; o bien porque vamos cambiando nuestras ideas, y por ende, nuestras formas de actuar”.
“Es mucho más conveniente que tu consejo sea actuando en silencio, que hablando sentado y tomando mates” solía decirme.
Otra cosa que siempre me asombró de Jacinto, es que jamás le oí hablar mal de alguien.
“¿Para qué vas a criticar? ¿Para llenarte de odio?”, solía explicarme con su natural sonrisa.
Y si hay algo que siempre le envidié, es esa tranquilidad que suele presentar cuando habla con alguien.
“Dejalos que hablen y hablen, y no los molestes, de esa manera los vas a conocer mejor”. Otro asiduo comentario de mi tío.
De ésta manera he querido homenajear a Jacinto, a quien en un rato iré a visitar.
Mi tío malo, Jacinto, mi padrino. Un hombre que tuvo uno de los peores apodos que escuché, pero que plantó en mi corazón la mejor semilla que sembré, la de la humildad y el amor.