Luis Torres Veloso

Hojarasca

Las primeras hojas del libro del otoño

son el creciente manto de los bosques,

la tortura de barredoras en alcorques,

y empiezan a besar pies y a algún retoño.

 

Como cada año, se deslizan en montes,

valles, y en ciudades y pueblos amables;

olvidadas por enlutadas colinas erosionables  

y por las inicuas urbes faltas de horizontes.

 

Alfombra oscilante de este libro notable,

fácil lectura y revelación del tiempo cercano;

nota, relato y crónica del tiempo ya decano,

revelación de otro tiempo aun incalificable.

 

Crujen a cada paso del recorrido temprano,

como crepitar de tímidas palabras por manar;

las primeras con el más alborozado cantar,

las segundas en un creciente silencio plano.

 

Oleaje arrastrado que el viento quiere hurtar

en espuma seca con la que enturbiar el aire,

niebla que desgarra la garganta que inspire,

y ocultar el horizonte que se puede adivinar.

 

Reposará por fin el polvo que la lluvia tire

con las palabras mudas y silenciadas,

con abrazos y caricias de manos vaciadas,

con besos por donar a un sueño que revive.