Suelo dedicarte pensamientos
aunque no tantos
como para perderme
en tu recuerdo.
Muchas veces me he preguntado
que clase anhelo por ti siento
cuando mujer,
seguido,
no te veo.
Intentando hacer que me pienses
le he reglado un pedacito
de mi alma al viento,
para que si el aire te refresca,
yo te acaricie con un beso.
Noto en la lejanía de corazones
que me piensas,
y en muy raras ocasiones
me guardas en tu sonrisa,
o es que no entiendo de razones
de por que me sonríes tanto
cuando me miras.
En ti habita un veneno que me resucita,
que me alza
y me derriba,
un veneno oculto en tu saliva
que me agobia
que me anima,
que ha sanado de mis labios,
las heridas.
Un veneno que me incita a mirarte,
a oler tu piel
y a sentir tus caricias,
a querer vivírte como si fuera el fin de mis días.
Entre el erotismo y el amor
te encuentras escondida,
animando mis ganas de ti
y de saberte viva,
saberte libre
y saberte mía aunque tu
aún no sepas
si es amor,
o simple compañía
cuando a mi me queda claro
que yo,
entre tus piernas me enredaría
y en tus senos dormiría.
Me queda claro que yo
te deseo en mi cama al anochecer
y en mis brazos cuando amanezca,
es que tu piel mujer
es afrodisíaca ante las manos correctas
y a mi, me causa el querer disfrutarte.
Querer perderme en ti.