Diego Nicolás García Contreras

Arrojo mi arrugado corazón (8)

No me sé relajar, 

o sea, sé a ratos,

pero solo cuando me arrojo.

A veces me pongo rojo de furia,

por las rejas,

por las rejas,

por las cajas.

¿Se entiende?
 

Esa sensación de sentirse preso,

obligado a rendir cuentas.

A roer por los caminos,

a apartar las ramas,

sin rasmillarte la cara.

Esa risa finjida, me descompensa.
Perdí, reprobé el reto.

Me rindo.

Y eso que aun no me arrojo.

No soy tan arrecho, para lucir reluciente.
 

Reflexiono y me vuelvo a sentir atrapado.

Atrapado,

con el corazón arrugado;

Rugiendo hacia adentro,

castigándome por lo ajeno.
 

Las injusticias que rajan al mundo, 

como un puñal rasgando las cajas,

quitando los sellos hacia las tinieblas.
Permitiendo que el sol se cuele por la ranura.

Hoy me voy a acostar rigido.

Regido por el estaticismo de mi alma,

por el coraje de mi reloj. 

Por el recelo de mis recreos,

de mis regresos y recovecos, que inundan mundos reales de tanta rareza.

De rastrera ridiculez, cuál alguna rua, un remolino sin retos.
 

Las zapatillas se suicidan al borde de la cama, sobre el arrugado cobertor mi cuerpo estático,

estúpido resuena, replica al mundo que nos corroe.

Y nuevamente arropado, no se que hacer. 

Construyo mi río, que no rima con nada. 

Hasta las ranas se asustan y rezan por no bostezar.
Por no quedarse al borde mirando, las ruinas de un corazón roto.