Gerardo Barbera

LOS LIRIOS

1

Atiende, son las diez y la niña no ha llegado.

Se esquivan las miradas y se agranda el silencio,

una cascada de puertas cae frente a mí.

Cerca del lago, del otro lado de la lluvia,

miles de gaviotas huyen de la oscuridad.

La señora de vestido negro me saluda,

imágenes frías de la muerte me persiguen,

mientras la camilla deja rastros imborrables.

El teléfono sigue colgado en la pared,

girando y sonando como flechas en mi mente.

 

2

Alguien arroja botellas a la papelera,

me regalan varias estampas, “rece con fe”,

guardo las imágenes cerca de mis angustias.

Tres meses, ya no somos los mismos, todo cambia,

quedan algunas migajas entre los recuerdos,

las flores del jardín se marchitan en verano,

el calor me consume, mi hija habla, yo la miro,

le regalo una estampa, cierra los ojos, reza.

Veo mi reflejo cabalgar entre las sombras,

como los fantasmas que se acercan a la playa.

 

3

Despiertan los lirios sobre las aguas errantes,

mientras los barcos se despiden del viejo muelle,

pronto serán dos gaviotas en el horizonte,

nuestras huellas nunca se marcharán de estas playas.

¡Bendición, mamá! ¡Dios te bendiga, hija de mi alma!

Así de simple, se fueron al atardecer.

Manchas de café en el piso, polvo en los rincones,

vasos sucios sobre la mesa, las moscas muertas,

el jabón en mis manos, la noche en la ventana,

están demasiado lejos, ya nada es igual.

 

4

Dejarme aquí le partirá el alma, nada importa,

un boleto oculto, flores que se van, es la hora,

sus lentes opacos, hace frío, sin llorar.

Ella siempre habla, abraza, llora, ya están llamando,

se vuelve a despedir, la mañana queda inerte.

¡Bendición, papá!, ¡Dios te bendiga, hija de mi alma!

Aves marinas giran entre las luces blancas,

parece un amanecer cualquiera, miro el cielo,

una alondra se detiene y se deja llevar,

veo la cascada de luces borrar las nubes,

me escondo entre lirios azules, quiero llorar.

 

5

El muelle, el sol, los rostros en el cielo, los lirios,

las fogatas, los juegos, la arena entre mis dedos,

las olas cálidas, mi juventud infinita,

las escondidas con mi esposa, todo el amor,

los castillos de arena, las primeras cervezas,

el mar, siempre ha sido el mar y el calor de las olas.

Cuando supe del cáncer, pensé en ellos, y en mí.

Sin dejar huellas, ningún mensaje, nada de eso,

me calmé y dormí todas las noches en la playa,

será mi último secreto, que nadie se entere,

luego, desde el muelle alguien dirá algunas palabras,

y las garzas llevarán mis cenizas al mar.