Alberto Escobar

Mermelada de versos

 

¡Ya es hora de cerrar!

 

 

 

 

 

 

 

 

Lunes por la mañana, 7 a.m. Abro la nevera.
La compra del sábado no fue suficiente, la fiesta se alargó en demasía.
¿Qué desayuno? De lo de siempre no me queda, decidió irse de puntillas.
¡Mira, aquí tengo tres poetas muertos, que se escondían
detrás de la mermelada; con un café rápido y tostados en dos minutos
pueden servirme de alimento; A falta de pan...
Llena la bandeja me dirijo al salón, las noticias salpican cada astilla del mobiliario.
Me acerco a la boca el primer poeta, el café todavía humea.
La nariz me anticipa el disgusto, no hago caso, tengo que comer.
Su primer verso me llega a la punta de la lengua, ácido, mordaz, sigo masticando
sin respirar para engañar al paladar.
Logro terminarlo, con la inestimable ayuda del café, negro, muy negro,
así el acerbo sabor queda eclipsado, desmentido.
No me atrevo con el segundo verso, voy por un bizcocho que recuerdo caducado
hace un tiempo, confió en mi estómago; A falta de pan...
El resto del poema lo tiré a la basura, asimismo al resto de poetas.
No sabía que la Poesía pudiese llegar a ser tan indigesta. Me empieza a doler el estómago.
Cierro con llave la puerta de la biblioteca para que no salga nadie.

La próxima vez que vaya al supermercado elegiré mejor.