Patricia A. L.

A un desamparado...

En aquella esquina

de frías baldosas

y gris empedrado,

se vislumbra

en penumbras

del ocaso que

puntual y atrevido 

ya  deviene,

la Sombra de un Hombre.

 

Su figura oscura se divisa sibilante

en frágiles susurros del Viento

de este Invierno,

y en mis amadas calles,

 

Es la del Destino

de un ser en desamparado.

 

Busca mis ojos con blanda

y resignada mirada,

 

(y caudales de brasas encendidas y murallas

de piedra roen mi corazón,

hambriento de Justicia

y me descarnan)

 

Dulces espejos de su alma

son sus ojos.

 

 

(El tic- tac titilante y perenne

del irreversible Tiempo

que moran en el confín desconocido

de la Vida,

 

se anudan

 

en mágicos rigores, en suerte:

 

blancas penas y en tinieblas,

mil pesares,

 

Ira, tristeza percibiendo

lo incierto e ignorado de

las dichas y penas escondidas

de los Otros.

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Todos habemos gritos ahogados

y entresueños,

 

y soplos de cuchillos,

 

en el alféizar y el aljibe de  frías lágrimas 

de los huérfanos y desamparados

en la Soledad del Destierro,

inmerecido.

 

Como la arena se nos va la Vida,

vestida de cada ínfimo instante

del Ayer que indiferente,

 

nos congela , en agua helada,

 

en ardientes carbones,

 

que habitan en tu espíritu,

aunque no lo creas...

 

(que tú también posees,

sin dudarlo).

 

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Ya enmudece el Universo,

mi mirada fervorosa fija en las estrellas,

y en aquel manto de pájaros y negrura

que serpentea una historia ignorada.

 

Historia que silencia y humedece

las cordilleras

y la Sal del Viento Pampero,

de mi Patria,.

 

Patricia Aznar Laffont