Santiago Esquivel

Nictofobia.

Nictofobia.

 

 

Anochece, triste, el mundo. La oscuridad se esparce lentamente entre las calles, la noche da muerte ferozmente a los últimos rastros de luz que yacen, solos, por el mundo. Ya sin nada de luz a mis alrededores, me mira desde el otro lado del cristal de mi ventana. Y poco a poco apaga la luminiscencia de mi habitación transformando, todo, en penumbra.

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El silencio intensifica las siluetas que la madrugada escupe sobre mi, esas que aparecen y reaparecen en la oscuridad de mi cuarto. La suave brisa se desliza suavemente por la superficie de mi cuerpo, se adentra hasta lo profundo... Hasta lo más profundo... hasta lo más mínimo y diminuto... hasta lo metafísico... Y entonces mi alma, llora, triste, su melancolía.

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El pánico evoca el cántico tranquilizador de los pájaros y el sonido de las flores estornudando metáforas en primavera. Estoy solo en mí cuarto, escuchando la oscuridad irreversible de la noche, y esta, inmensa e inevitable, no deja de arañar mis desvelos, Atemorizar mi dormir y esparcir pesadillas, lúcidas, entre mis sueños.

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La inmensidad incalculable de la madrugada atemoriza a mis átomos delirantes y la efervescencia de la noche hace tiritar mi cuerpo entero. recuerdo, solo recuerdo tu recuerdo por las noches, ahí, así, de a poco, de a pedazos, como quien recuerda puñados de pedazos sueltos de poesía.