Margarita García Alonso

Mi bella colección de hojas no es mágica

 

En corteza de abedul es el tomo,

humedecida en agua

de riachuelo la estructura,

la fibra masticada,

de lo que fue

verde lujuria y frescor.

 

Ensarto el cementerio de hojas

con argollas

de un metal añejado

por las plantas que amarillean.

 

El libro cruje en mi vientre

o es ayunas.   Convulsiono

si me acerco a las camelias.

 

Destilo hierbas,

poderosos elixires

en frascos trasparentes

que harán efecto

más allá de mi muerte.

 

He cortado el retoño

por egoísmo,

por ampliar el muestrario

cuando todo es lo mismo

en lo mismo de lo mismo.

 

Bebo pociones ignoradas

por la agilidad

del intelecto,

especies raras,

brebajes de guerrero

pero no sano.

 

Las plantas silvestres

se vengan en el herbolario,

reducen a vegetal

mi estructura seca.

 

No podré sobrevivir

en el bosque

un invierno,

suelto gritos:

no podrán encontrarme

me he reducido tanto

que no puedo

mover

las cajas del cielo.

 

Los recuerdos en el quicio

junto al cedro de incienso,

el liquidámbar exuda,

la acacia de Constantinopla,

el arce, el olmo,

el castaño de Indias,

la palmera de fortuna,

el eucalipto del Retiro,

el tejo y el durillo,

los almendros

y el olivo que perdura

en esos ojos

que no me aman.

 

del Cuaderno de la herborista, 2012