Como inquieta magnolia enamorada
tus estambres abriste para amarme;
con tu estampa divina y perfumada,
parecías, de amor, querer matarme.
Sacudías tu talle con soltura
cual airosa gacela en la pradera;
y lo esbelto y sensual de tu figura
se movía con ritmo de palmera.
Con la llama de fuego en tu sonrisa,
y mostrando tu anhelo desbocado;
con la tierna frescura de la brisa
me entregaste tu cuerpo inmaculado
¡Y bogando por lagos de pasiones
exploramos del cielo sus rincones!
Autor: Aníbal Rodríguez