Jesús Oscar Ugalde

Extraños en la noche

¿Cómo olvidar la tarde inquieta?

la ocasión que tus labios entreabiertos capturaron mis afanes

y existían en mi atmósfera de conciencia indómita.

 

Las formas vestidas de gala,

en un torrente magnífico y legendario

en que las titilantes luciérnagas nos enjugaron.

 

Pretendiente rocé el minúsculo aire que nos separaba;

la túnica de tu cuerpo, poro a poro,

transpirada de fundidos cristales.

 

Exhausta partiste en la madrugada,

y aquel desmayo que te envolvía,

que alteraba y gritaba lacerante, estaba extinto.

 

No lo sospechas, flor briosa,

pero tus senos invocaron mis caricias

y mis manos los descubrieron inocentes.

 

La noche vivió con nosotros,

el tiempo era trivial y el júbilo

te abrigaba saciado de ampararme.

 

La noche, imperecedera es esa noche:

hierba húmeda de penumbra

y escarlata desvanecido;

grabaron nuestros cuerpos fundentes,

desde entonces ávidos.

 

Pero la noche, aparte de lasciva,

mostró tus temores manifiestos,

también advertí su llamado

y rumores.

 

Hubo un centelleo de tus pasiones,

acullá de las aspiraciones carnales,

el lecho espontáneo nos lo decretó.

 

Perdona mi provecho o tus calamidades,

perdona cuando me pierdo con perderte

y te vivo y te respiro.

 

Pero quiero imaginarme si te cubro,

si explota tu imaginación en un tumulto;

o la conjetura de los cordeles del gran mundo.

 

Mira a mi lado la cuna de la cuna,

vive dominada por la Luna y su manto blanco,

por su creciente y su menguante.

 

Recuerda el encanto de la media noche,

que grabó la unión de nosotros;

la dulce desconocida que se despidió sigilosa

 

Vive así conmigo con las luces asomadas

a los colores, al aroma de las peras

silencio trémulo y titilante inolvidable.