Virginia A Hernandez

Álveo

No abarcas en una sencilla palabra
cualquiera te queda grande,
valiente…, esforzada…, agraciada…;
cubierta de inefable alegría
aun con la desafortunada vida.

Apoderándose de los géneros para cuidarme,
mostrando sencillez incomparable,
y esa fortaleza impecable y etérea
motivo de admiración compleja,
inseguridades se levantan a veces,
y de una forma u otras, tú las vences.

Mamá… palabra tan pequeña,
tan inmensurablemente afable,
amazona que no permite ser presa,
enfermera sin ocupación 
manteniendo a la distancia
aquellos males de contusión.

El tiempo es la mejor escuela,
nos enseña lo que realmente se aprecia,
ilustrándonos con sus experiencias,
que somos más que parecidas.
Y no es que quisiéramos serlo,
pero así aprendiste y aprendí,
y aprendimos andar con cautela.

Mi amiga y mi mejor enemiga,
mi confidente y mi delatora,
mi psicóloga y periodista,
contenedor de mis lágrimas perdidas,
mi sol mañanero, mi guardián lunar,
y todo el ejemplo que decidí seguir
no importando cuanto me cueste vivir.