Julio Noel

Noche de luna llena

Noche de luna llena,

clara noche argentina e inmaculada,

hoy te quiero cantar una canción

de los lejanos ecos de mi infancia.

Noche, clara noche de luna llena,

escucha los suspiros de mi alma,

que a la mar enojada los arroja

plena de furia y rabia.

Noche que mi aciago espíritu serenas,

mar que agitas las plateadas aguas,

hoy vengo a confesaros

mis penas más amargas:

hace ya mucho tiempo que dejé

los prados esmeralda

por donde transcurrieron jubilosos

los dorados años de mi infancia

y los rubios y cárdenos alcores

de arracimadas urces y retamas,

que en los templados días de mayo

ornaban las montañas

y llenaban de melosos aromas

las alegres y apacibles mañanas;

el diáfano espejo del cantor río

que las veloces arcoíris rasgaban

en aladas carreras

bajo el cristal azul de lisa plata;

los revoloteos de las libélulas

entre verdes juncos y grises ramas,

con los vivos colores

de sus sutiles alas,

esbeltas danzarinas

en líquido escenario semejaban;

las estivales siestas

de oro derretido e ígnea flama

que convidaban a los rapazuelos

a zambullirse en las frescas aguas...

En un lejano otoño

todo se truncó un día aciago y malva,

que conmutó mi sino

sacándome de mi pequeña patria

para llevarme a lejanos confines

de aflicción y nostalgia,

donde ya no habitó jamás la alegría

en el seno de mi alma.

Desde entonces vivo en el recuerdo

las vivencias de mi niñez lejana,

que en el curso de mi agitada vida

nadie ha podido jamás borrarlas

y ahora, en el pórtico de mi vejez,

una y otra vez a mi corazón llaman.

Pero ya no es el tiempo

de tornar atrás a recuperarlas,

que se quedaron en la dormida aldea,

allá donde canta el ruiseñor

y le contesta la alondra parda,

donde se marchitan y ahogan las penas

y nace la esperanza,

en aquel remoto lugar perdido

en la brumosa niebla de mi infancia.