Miranda

Cercanía

Pero yo, que siempre fui tan atravesado y terco,
¿por qué no voy a querer condenarme a su presencia? Admito que tontamente podría exiliarme en sus manos,
en la fuerza del deseo, condenarme, en serio,
por una vida a su lado. Me encerraría en su boca y cantaría las canciones de AC/DC que tanto le gustan
aunque no se me dé muy bien el inglés.
De todas formas cantaría desde allí adentro hasta que toda su sangre tiemble ante mi débil aullido.
Puedo sentir cómo arden mis venas, mi piel,
mi soledad progresiva, en este cuerpo que ya no es mío.
Es una sensación ajena por creer que estoy dentro de usted. Entregaría mi alma por ser una sola noche su insomnio,
su travesía, su batalla contra el silencio, su miedo de perderme, sus ganas de encontrarme,
su Dios, su grito en el cielo, el último aliento de madrugada antes de su desgarradura orgásmica.
Tal vez a la mañana siguiente,
mientras va por un café a eso de las 6:00 AM,
ya que no la dejé conciliar el sueño,
me desvanezca en ese sorbo ardiente,
me desintegre en el humo de su cigarrillo,
suponiendo que fume.
Y así me la paso, recreando destinos alternativos de mis locas intenciones de quererla.
Sí, igual que todas las otras vidas que me he imaginado con usted,
mientras sigo escribiendo estas alucinaciones,
estas aproximaciones decentemente literarias a su existencia.