Alberto Escobar

Ignoro

 

-¡Ayer vi a mi marido besando
en una esquina!
-¿Estuve lo bastante
apasionada?

 

 

 

 

 

¡Tanto esconde una mirada..!

 

 

 

 

 

 

 

 

Tiene tiempo por las mañanas.
Parece que un trozo del lingote
del tiempo se le abre al alba.
Dispone de tiempo para ella,
sobre todo cuando el Sol se
sienta en una rama tras el
sueño de una noche de Verano.
La labor sabe esperar, va
paso tras paso a una oficina
distante más de una hora de
su domicilio, donde Cristo perdió
el rosario.
Le gusta constelar su camino con
las pinzeladas humanas que el
desayuno convoca, sobre la tabla
de un universo de veladores que
cual nebulosas salpican la ciudad.
La veo penetrar con el doble iris
los labios que esculpen palabras,
las miradas que arrojan el color y
los gestos y sonrisas que recogen
las escenas en un marco imaginario.
Puedo leer el libro que se escribe
en la curiosidad de su cráneo, sus
preguntas, sus prejuicios vanos e
insolentes acaso, siento la caloría
que desprende su deseo de ser
carne de esa carne que se oculta,
tan cerca, tan lejos, tan suya, tan
ajena, tanta energía que emerge
a la troposfera hasta la electricidad
de una nube que espera como agua
de mayo derramarse, curiosa...
Queda aún trayecto, sigue paso a paso.
Cada encrucijada que bifurca su cabeza
la resuelve hacia el calor humano, el
alma es el ingrediente estrella de este
plato que cada mañana vuelve a cocinar.
Ese bar que rebose dientes blancos de
sonrisa, el argentino deslumbrante
de un velador y el olor a café recién
volcado en la taza, ese es el que va a
rozar con sus pasos.
Va buscando la tostada de mantequilla,
el sorbo deglutiente que queme sin
matar, las risas, las prisas, facultad u
oficina, el estrés o cuatro las sillas que
penetran el hueco que deja la tabla rasa,
piernas de metal frío que se calienta con
el sentar de una asentadera sedienta de
sentido, por qué, para qué, mejor es sentir
que pensar, sentir es mejor.
Llega y se sienta.
Energía estática que contagia al Pc y el
Pc le devuelve complacido.
Se hunde en el puff pensado de un
adminículo que se presta al ángulo
recto y los pies colgando, comienza el
espectáculo sin espectador.
Google parece estar abierto a cualquier
pregunta, por impertinente que fuera.
Conecta y olvida.
La dejo con sus asuntos...