kavanarudén

Peregrino solitario

 

 

Miraba el caer de la tarde. Sus colores siempre me han fascinado.

Esos rojos-naranjas que van variando de intensidad, hasta dar paso a la gris noche.

El aire comienza a ser cálido, el verano está a la puerta y llama. Las estrellas al horizonte que poco a poco se asoman. Tímidas ofrecen su belleza y fulgor.

Suspiro profundo tratando de retener la mayor cantidad de aire en mis pulmones, exhalo introduciéndome así en mi pequeño y complicado mundo.

Espero que con el pasar de los años, continúe a maravillarme ante las bellezas que me ofrece la vida, ante sus pequeños detalles: una puesta de sol, un amanecer, la lluvia temprana, la luna en plenilunio, el incesante movimiento de las olas, el ulular del aire en mis oídos, el planear sereno de una gaviota en vuelo, la mirada frágil y la sonrisa sincera de un niño, la claridad y trasparencia de una mirada, el compás de una melodía, la caricia y el abrazo sinceros, las expresiones de afecto y cercanía.

Desgrano sentimientos y recuerdos en la mitad de mi vida.

Oteo hacia mi pasado, cuánto camino recorrido.

Me siento satisfecho aunque si me embarga un halo de nostalgia.

He de agradecer a la escritura, que se ha convertido en mis alas. Con ella puedo volar libre y alto hacia parajes desconocidos, mundos lejanos, paisajes mágicos. Poder convertirme en lo que quiera dándole vida a diversos personajes, inventar situaciones, crear cuentos, historias, prosas. Mientras tenga esta mis alas, nadie podrá atraparme, seguiré siendo libre aunque esté confinado entre cuatro paredes. 

Cuántos anhelos encerrados en el baúl de mi corazón. Cuántos sueños que quizás jamás se realizaran. 

Quiero conservar la frescura de una sensibilidad a flor de piel, capaz de captar lo más insignificante, la belleza invisible, la maravilla que encierra el silencio, la profundidad y sinceridad de unas lágrimas, lo extraordinario de la existencia.

Duélenme las palabras no pronunciadas, el afecto no demostrado, la caricia negada, la expresión no compartida…

El día se despide, besa mi frente cansada, mientras continúo suspendido, perdido en ese gran misterio que sigo siendo yo, eterno arlequín del universo, incansable peregrino solitario.