andrea barbaranelli

Final del juego

Entonces empezamos a soñar

porque solo esto nos había quedado,

soñar y perderse en unos sueños

enredados e inextricables,

sueños que no abolían la realidad

sino que la hacían más explícita y violenta,

de una violencia que nos arrancaba las vísceras,

las desenmarañaba y estiraba,

hasta que al final tuvimos la certeza

que habíamos topado con nuestro destino feroz,

el que nos estaba esperando desde siempre,

en acecho, como un sicario,

en el fondo de los últimos días

de nuestra vida, cuando ya

no teníamos más fuerzas para defendernos.