Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Las Manos en el Piano - Parte III~**

Es una balada que es prácticamente un bolero, cuando él en su hogar la escribe, la canta, la entona y la toca con su más fiel instrumento: el piano. Él, en su afán de ser famoso y cortésmente tener una fama envidiable, se siente como un pajarito revoloteando en su propia jaula, cuando se siente preso de su propia fama. El pianista, más famoso de la plaza, vive una emoción y una pasión nueva, refrescante y atrevida. Y todo, porque es el pianista autor de sus propias canciones y más, el que entona con su piano. El panista decide entonar una canción. Y se aferra a la de la soledad, se hallaba solo y en un mal estado de un frío sentido y se dice que si estuviera ebrio cruzaría el camino frío y pernicioso del camino de la plaza hacia vé tú a saber qué destino. Pero, él, aunque conocía a la mujer que llegó a cruzar el camino, él, en realidad no sabe qué destino depara el más allá después del camino frío y tan helado como la misma nieve. Sintió el frío en su aliento y se dijo que, el hálito estaba muy congelado, que un presentimiento venía y muy malo. Cuando miró de noche a aquella mujer en medio del bar, desprotegida, sola y desolada, se miró como en un espejo. Y quiso ser como el cielo tan alto que no podía ni alcanzar. Entonces, se acercó a aquella mujer, que solía mirarlo insistentemente, y que no decía nada, más que mirar a sus ojos cuando entonaba una canción o un bolero con su piano. Y le preguntó, -“¿estás bien?”-, y ella consagrada al piano, porque lo miraba con sentimiento y penas de sufrimiento, y todo porque estaba sola, y le contestó a él, al pianista joven, -“sí, estoy muy bien, me volvió la vida al cuerpo con el calorcito que hay aquí”-, y él, le indagó más, de ¿por qué quiso cruzar el camino el cual nadie podía hacer tal hazaña?, y ella le cuenta todo y muy bien…

 

-“bueno, primero, le hice una promesa a mi padre, que volvería por el mismo frío camino y tan helado como poder decir qué habría después de ese camino pernicioso y tenebroso como lo peor aún. Y que les contaría la hazaña a todos allí, que cuando regresaría tuviera ese pedazo de hielo entre mis pies y que nunca más osaría en vacilar lo que es cruzar hacia un lugar tan desconocido. Y, que sería una hazaña que yo, lograría superar y alcanzar desde que nadie podía ni cruzar ni saber qué había detrás de ese camino pernicioso que todos le temían cuando su vida se resbalaba entre aquellos pedazos de hielo. Y que volvería con la hazaña entre sus pies, pues, cruzar el camino no fue fácil ni difícil, y todo, porque el camino era angosto y pernicioso”-.

 

A él le tocaba tocar una pieza en el piano, pues, el bar estaba lleno esa noche. Pedro, llega y le dice, -“tu casa está inundada”-, pues, llovía copiosamente en el barrio. Él, salió corriendo del bar, pues, sus cosas y sus pertenencias no tenían ningún valor monetariamente, porque lo que tenía eran pocas cosas, pero, de un valor invaluable para su corazón, como sus perros. Y sí, estaba todo, pérdida total en su casa, y el barrio todo inundado y sin poder llegar a su casa. Pudo como pudo, llegar a su hogar. Y salvó, todo aquello que él llamaba soledad y pocas cosas, pero, en verdad de un valor del alma y del corazón. Estuvo tres días en recoger, y arreglar todo en su hogar, y, se sabe que más fue el esfuerzo en recoger y limpiar todo. Regresó al bar, después de tres días y entonó más efusivamente la canción de la soledad y todo por salvar sus cosas de una inundación que casi le cuesta mucho más de lo que debió de recoger. Y decía así la canción…

 

              “... Sol Re Mi, la soledad es dolor, cuando el amor se fue lejos como el silencio llegó, y amó mi corazón, pero, en pedazos quedó aquí, sin tí, Sol Re Mi…”,

 

Y sucumbió en casi un dolor, y sufrimiento en penas y soslayó en un sólo llanto de dolor. Cuando recordó lo que había pasado en hacía tres días. Y entonó más ese bolero, casi imperceptible, abstracto e irreal, pero, tan verdadero como el cielo con aquella lluvia que lo dejó casi sin nada. Y se levantó sí, y volvió a ser con aquel pequeño hogar, pero, con tanta calor que nadie. Y cantó sí, ese bolero, y todo mundo lo bailó y más, fue “el pianista de la juventud”, cuando se quedó frente a aquel piano con sus manos en el piano. Siempre en el piano, con aquellas manos limpias de errores, de suciedad o mugre. Sólo el agua cristalina en sus manos, como aquel sudor, que él detestaba siempre que había que tocar por muchas horas de labor. Y le dió de comer y más aún de saber que el piano es un sólo instrumento clásico donde Mozart o Beethoven lo invocó con sus propias manos como “el pianista de la juventud”. Y sabe una cosa más, que el piano es tan real como la canción que entonó con alusión a él. A la misma soledad de siempre, y hasta el tiempo perdido en que la inundación acabó con su hogar. Y sí, que la cantó, y soslayó en penumbras de soledades y de un tiempo en que jamás volvería a ser el mismo. Cuando quiso ser exactamente el pianista clásico que puso sus manos sobre aquel piano y entonó con notas aquella canción.

 

Y la mujer aquella que cruzó el frío camino todavía se encontraba allí, hacía labores de limpieza para ganarse el sustento que le diera el único bar que la alojó en sus aposentos. La mujer guardaba dentro de su corazón a su familia, pues, la dejó en el otro lado del frío camino y todo por perseguir un sueño y fue de saber qué había más allá de ese cruel y tenebroso camino. El destino fue y será como el principio, llegar y después de llegar volver a cruzar el mismo camino para expresar la hazaña que existió y lo que existe después de tanto congelado camino. Fue como ver el cielo lleno de tanta nieve y caminar bajo un témpano de hielo en los pies, se decía ella. Y más quiso de nuevo embargar su rumbo y su destino ese viaje para volver a cruzar el camino frío y regresar con su familia y contar la hazaña. No sabía cuándo regresar al frío camino, pues, tenía muchas cosas por ver y observar antes de empacar y marcharse, otra vez, a ese frío camino. Y se cree que el delirio es más peligroso que el frío. Pues, quería sobrellevar lo que era poder pertenecer a la ciudad y a la plaza que la había acogido como huérfana o peor, aún como una nómada. Se sintió cansada, pues, el trabajo es trabajo. Pero, no extenuada para saber que tendría que nuevamente cruzar por el mismo camino en que llegó. Se sabe que el silencio, es autoritario como la paz en cada sentido. Y así fue, recordó aquel camino paso a paso, cada piedra que sobrepasó, que derribó y por cada pedazo de hielo que destruyó hasta llegar a donde está, en la plaza. Y no se escuchó más el llanto, pues, sino la alegría de haber cruzado ese frío camino.



Y volvió el pianista al bar bohémico a entonar una canción de las que le gustaba el público. Y ésta era casi algo inolvidable, pues, salió del asombro de su propia autoría, cuando la compuso sin poder escribir, pues, la cantó improvisada en aquel bar bohémico y nocturno. Y la cual decía así…

 

                “... La Sol Si, ay, corazón, no me dejes solo, que solo vine al mundo, no me dejes ver el infierno en soledad, que la felicidad no se hizo para mí, pues, estoy aquí, cantando mi propia soledad, La Sol Si…”,

 

Y no le salvó el camino ni el destino, a conciencia, sino por la ausencia de ser como el alma con la verdad y la fría soledad. Esperó por los minutos de descanso, y habló con ella, con la mujer que apenas conocía y que quería conocer más a fondo. Pues, ella estaba sola y él, el pianista también. Cuando se siente en la tristeza de buscar compañía. Él, aunque no la amaba, tenía una relación con la mesera. Y se escucha un triste lamento, como si el camino frío llorara. Pero, aunque no lo creas ese camino presentía lo que ocurriría después. Con una sensación de sorpresa casi impermea la oscuridad, sabiendo que el silencio se atemoriza más y más, con tan sólo saber que el destino quiere cambiar la osadía en saber que el silencio es más que la paz en el camino. Cuando se siente una manera extraña de sentir y de amar. Sólo se sabe que el amor cambia de forma de ser y de extraña manera de presentir lo que ocurrirá después. Sin saber que el destino cambia, la forma de amar, ellos se miraban de tal manera, en que casi el frío se convierte en calor. Y todo por que, el amor y la pasión así lo requería. Y sin saber que el frío se daba en la piel como el cruzar aquel camino helado. Se dió de cuenta de que ella lo esperaba como la dulce muchacha inocente loca por una pasión. Pero, él no la amaba sino que su inquietante forma era el de ser homosexual. Y, aunque amanecía con la mesera a veces, no le llamaba su miraba ni su voz ni sus manos cálidas a la hora de ser y sentir. Cuando se enfrío el deseo de amar. Y socavó dentro de él, una fuerza extrasensorial, cuando sólo quiso ser como el tiempo y sin amar y sin deseos. Y se marchó aquella noche fría, desolada y la dejó allí, a la intemperie de cualquier bandido. Y caminó camino abajo hacia su hogar, y pensando, se dijo, -“yo no sé he sido muy estricto con la muchacha que acaba de llegar, pues, ella se vé una buena persona y vá a cumplir con lo que prometió, pues, se espera a que baje un poco la nieve para que ella lo pueda cruzar, y volver a su hogar con su familia y más decir la hazaña con que se enfrentó después de cruzar el frío camino, pues, quedó como nómada aquí, detenida sin poder continuar su rumbo, pero, sé que lo ha de cumplir y que se irá tarde que temprano, y yo, qué haré si ella se vá y me deja aquí solo y con mi propio sentimiento, pues, yo no sé que hacer si el tiempo es como el sol a veces sale y a veces sale la lluvia, mis sentimientos quedarán solos, atrevidos, heridos, y más aún, quedarán sin ningún amor”-, seguía camino abajo por el barrio donde pertenecía su hogar y llega Pedro y lo saluda. Y le dice qué ha sido de la muchacha de la cual él le había hablado. Pues, se sentaron a charlar una vez, pero, la conversación quedó en información y nada más. Se fue a su hogar y entonó una linda canción para el bar bohémico que dice así…

 

                 “... Sol Do# Fa#, la vida es a veces tan rara, pues, el amor es como el dolor, o como el calor que quema más la piel, cuando mi fiel camino se convierten en piedras, cuando sólo quiero amar más, Sol Do# Fa#...”,

 

Y continúo con su secreto en escribir lo que era una canción. Hay un concurso en el pueblo, el que pueda componer una canción melódica o un bolero se lleva como premio un trabajo con el Coro Justiciero del Pueblo, que se componía de 7 violines, 6 saxofonistas, 5 trompetistas, 4 pianistas, 4 guitarristas, etc. Y faltaba él, de seguro que él, “el pianista de la juventud”, con su instrumento más fiel, el que nunca le había de fallar ni faltar. Y siguió las instrucciones y envío la canción más conocida de él, la inédita, la que acaba de componer, pues, dice así...       

 

      “... Sol Do# Fa#, la vida es a veces tan rara, pues, el amor es como el dolor, o como el calor que quema más la piel, cuando mi fiel camino se convierte en piedras, cuando sólo quiero amar más, Sol Do# Fa#...”,

 

Esperó una semana para saber quién era el ganador y era él, “el pianista de la juventud”. Cuando se intensificó más y más, su deseo de ser un artista de la talla de Mozart o Beethoven. Y tenía la oportunidad en saber que el destino estaba en su rumbo y en su camino más correcto. Pues, él quería, sólo saber que si él era el ganador, pues, era misterioso saber, pues, el jurado lo mantuvo en secreto por una semana más. Y sí fue

él, el ganador. Fue y será como el decreto más misterioso que hubo en el presente y futuro. Pues, él, vá por una dirección secreta, como el silencio. Callando él cree ser un perdedor, como una hoja al viento o el río que se pierde en el mar. Cuando se siente él solo como una carta el azar. Y se cree que es el más grande perdedor, pero, no, es él “el pianista de la juventud”. Cuando se pierde en ser el único ganador. Cuando se torna inseguro, pero, creíble en su autoría como el cantautor de esa triste melodía o bolero. Cuando se siente así el ganarle más a la vida. Cuando se llena de un sinsabor, cuando se siente así, como un triste perdedor. Pero, él no lo sabía, que él había sido el ganador del certamen. Corre la semana y piensa en salir, vá y viene Pedro, con la buena nueva, que él había sido seleccionado como el principal ganador de la canción del año y más con su piano. Cuando lo celebra con la misma melodía que compuso él, cuando sólo sintió el deseo de ser como el único ganador. Y la canción que compuso fue y será ésta como dice así…

 

          “... Sol Do# Fa#, la vida es a veces tan rara, pues, el amor es como el dolor, o como el calor que quema más la piel, cuando mi fiel camino se convierte en piedras, cuando sólo quiero amar más, Sol Do# Fa#...”,

 

Y la cantó esa noche en el bar bohémico, la canción más exacta, más fiel y más veraz como la feraz raíz de sus propias manos sobre aquel piano. Y muy afinado la entonó, casi no pudo ser más exacta. Cuando él, “el pianista de la juventud”, se acerca a la afinación más clara y más fiel de un tierno bolero. Y con distinción la entonó, la descifró y más aún la cantó. Y aquella mujer que había cruzado por el frío camino y que se quedó allí, viendo la melódica canción que el pianista entonó con toda clase de ser un pianista clásico y romántico. Quedó complacida en todo, menos en aquél hombre que la mira insistentemente, y que le brinda su mesa para tomar una copa de un licor. Ella, como toda mujer, pues lo vió y lo miró a los ojos, y le acepta el trago. Hablan de todo, menos de donde provenía, pues, el frío camino era y siempre será el camino más tenebroso de la ciudad de ella y de la plaza de donde se llega del frío camino.

 

Continuará……………………………………………………………….