Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Las Manos en el Piano - Parte II~**

-“Es un camino tan frío. Que la nieve hacía de lo suyo. Es un camino angosto y pernicioso. Es un sólo camino, no hay otro camino o atajo para ir o venir. El frío hace estragos entre la gente. Algunos se les resbala la vida, como sus pies en el hielo tan helado y frío. Es él el camino frío. El que atrapa por consiguiente la vida. Es el frío destino, un escrutinio sin precedente. O es la nieve en lluvia. Que no deja ir y venir sin frenesí de tormento. Es una tempestad casi tormentosa. Es la lluvia o el desenfreno que allí se vive. Cuando se liberta el libertinaje en ser sin conciencia, nada más que con locura. Es demasiado el coraje en vivir allí. Cuando la vida resbala por el camino pernicioso e impetuoso. Cuando sólo quería saber que el camino era tan gélido y álgido como la aventura de ser por una ciudadana digna y respetada, que sólo tendría que cruzar o pasar el frío camino como todo don o ente de la ciudad. Sólo quise ser ése sueño o numen, cuando sólo se forjó un camino tan gélido como aquel de las aventuras de mis sueños. Cuando sólo soñé con ser del frío camino un sólo deseo. Como lo fue aventurarme sí, por el frío camino. Y se me advirtió que no lo cruzara, pues, muchos morían en el intento nada más.Y me enfrenté al desván de recuerdos, o del olvido, con saber que en el intento de cruzar el frío camino se entrega a la ciudad, al frío y que el corazón se congelara entre el frío de ese camino. Antes de vivir con el fuerte calor. Y de forjar un lindo camino, entre aquel camino tan frío. Mi sangre se vería violeta o verde. Mi nariz estará tan helada y del color rojo como las manzanas. Y que mis manos se helarán como la fría nieve. Y que ni el abrigo ni los guantes o el sombrero dejará de dar calor. Y que la piel, ay, de la piel, dejará de dar todo calor en aquel invierno tan frío. Y que desnudaré todo, con tal de sobrepasar lo que encierra la luz, sobre el mismo cuerpo y la piel. Y que no soportaré lo que crece en el viento. Ese frío. Que es tan fuerte como el hálito que exhala mi boca y los labios. Será como la tempestad o como la tormenta fría. Se enfadó mi padre y me gritó una vez. Y todo porque me aparté de la chimenea y del calor extenso que me ofrecía el fuego. Cuando sucumbí en un sólo trance y en un percance sólo me debí de enfrentar a un sólo desvarío en saber que el cometa de luz había entrado a mi propio mundo. Cuando entregué el corazón y su reflejo, en salvar lo que se electrizó a toda piel, pero, en ese frío. Y me aferré al cielo, y me dije que debía de dar con la certeza del frío, de ese frío nefasto que creció como el algodón en la flor. Y se quedó como el reflejo en el agua fría, tormentosa, y bravía. Tan fuerte como aquel silencio en el alma y más aún en el ambiente crudo y hostíl en que se enfrío el alma con el frío camino. Cuando yo debí de entregar el frío, sí, aquel frío que socavó en mi interior. Y quise el calor del fuego, y que me diera un grato porvenir. Cuando sólo quise ser como ese fuego, que sólo le dió confianza y ternura. Cuando sólo se dió un torrente de pasiones muertas, como ese frío que ni con la energía se deshace. Cuando sólo el tiempo nace como el frío, sí, como el frío. El equinoccio sufrió como el verano el sol, o como la primavera a las flores, o como el otoño a las hojas secas y como en el invierno el frío. Soslayó en sus penumbras, y quiso aquellas sombras en que sólo se intensificó el deseo por sentir el calor, y no el frío. Pero, las sombras cayeron en un desván de recuerdos cuando sólo calló en silencio lo que quise gritar: el frío. Cuando sólo quise ser como el agujero de una aguja, cruzando por el frío camino sin gente, sin nadie, sólo resbalando la vida en un sólo tiempo. Y quedé con el reflejo como en un solo espejo, y adornó lo que quise ser, como tan real lo que dejó en el alma. Una luz que sólo le dió calor como aquel fuego de la chimenea junto a mi padre. Y que logré superar lo que más quise enfrentarme, a la intemperie socavada de un solo tiempo. Cuando sólo quise saber que mi destino era y será el frío camino. Tan real como aquel camino. Tan frío como la misma piel o como el mismo hielo. En que se desliza el tiempo, la piel y el cuerpo y, más aún, las botas de invierno, sobre la misma nieve. Yo le sonríe a mi padre, y le dije, -“cuando yo sea grande, verás como cruzo ese camino tan helado y frío y tenebroso como dicen los demás”-, y el padre sonríe, -“sí mi hija, si nadie sabe qué hay en el otro lado de allá, nadie regresa de ese frío camino”-. Se hunde el deseo, se ahoga el corazón por tanto frío, por tanta nieve todo el año. Y yo no me dí cuenta de algo, hasta aquel amanecer en que decidí adentrarme a ese frío camino. Se siente frío, nefasto, y más aún se siente, desolado, herido, e hiriente, y más aún se siente helada el alma. Contra un recuerdo, en contra de un sólo tiempo. Se dice que el cruel y osado camino, se vió tentado y frío. Como el invierno seco, frío y extenuante. Insolente e incauto destino, con el cauto camino, decidí averiguar e indagar sobre el camino y preguntar sin casi respuestas. Un viejo que decidió cruzar el camino, no llegó ni a un cuarto de camino cuando se resbaló acantilado abajo. Por las penumbras en sombras que soslayó en frío. Y quiso llegar y averiguar, pero el que cruza no regresa. Y yo decidí sí, que regresaré y que les diré qué hay detrás de este camino frío y helado que dice la gente que no pueden cruzar y regresar. Hubo un tiempo en que cosí mis abrigos, guantes, y botas, para abrigarme del total frío y calentar mi cuerpo, porque él. mi padre, decía que la chimenea no daba abasto la leña. Y descubrí el sentimiento, y, más aún, su más indelebles huellas sin poder dejar de caminar por el suelo tan helado y frío. Cuando quise ser como el suelo, y, más aún, poder ser el suelo. Y me dije que, -“ese suelo no podrá más que yo”. Si resbala yo iré por lo contrario. Si me tira de él, yo iré por lo contrario a él. Sí, es como una fuerza extrasensorial que si es negativa yo seré positivo. No daré más clave que el mismo suelo, en saber que seré como él, sí. Cuando sienta el deseo de ir y venir, sí, y por el frío camino. Que desate lo que ate, y que no atrape más a los fieles, de ésta ciudad. Cuando yo decidí saber qué hay detrás de ese camino tan frío. Cuando me atreví a desafiar lo que es el frío. Cuando se ponga el sol en el cielo y brinde todo su calor. Contra viento y marea, en contra de un por qué, de un tiempo frío. En que quede aquí, el deseo del frío. Y crecí como toda mujer, desde mi infancia, y quise ser como toda fuerza en luchar por su acometido, en cruzar el frío camino. Y se reflejó en un soñar tan incierto. Y poder cruzar lo que siempre quise cruzar: el frío camino. Fui a la escuela, y estudié todo lo que necesitaba saber del frío camino. Yo, en mi afán, quedé extasiada de estudiar lo que quería. pues, era cruzar como toda heroína el camino tan desolado, triste y sin consuelo que algunos le daba a ese camino desierto. Yo me decía, -“cuando será que el camino se torne denso, y cálido como la chimenea. Como el fuego que se hace con la pasión entre dos y con el calor que dan los abrazos. Cuando se sienta el sol como el mismo poder y energía de Dios. Y que no quede sombra alguna que se aparte de la vista del sol y que cese ese frío tan connatural que es insolente a la misma piel. Es como arribar entre las penumbras de soledades, entre el viento frío y el hálito impetuoso en los labios. Es ese frío que trae el invierno, que perpetra una patraña tan vil como es el pobre sentido”-. Y yo no me imaginé nunca, qué sería mi presencia un terrible acto en el temible frío camino. Y que sería homenajeada o más aún enaltecida como una mujer capaz de descifrar una incógnita o más aún en saber a conciencia qué hay detrás de ese camino tan frío, y que lo llegará a contar. Era demasiada cortés, insensata y capaz de sentir el frío y palpar el mismo frío en mi piel. Pues, es demasiado el calor que siente y que posee para ir lejos en ese camino tan frío. Es el camino o es él, quien acomete la distancia tan fúnebre de percibir una distancia. En un sólo comienzo, cuando comencé a caminar por el frío camino. Cuando sólo sentí la desolación, y el silencio que aún mata y ahoga. Cuando sólo solaya un tiempo. Cuando se decide que el silencio, es como la muerte segura de terror. Cuando sólo presentí así la manera de ver el cielo azul. Cuando sólo mata el reflejo, en ver la diferencia de ese frío camino. Que se desliza la vida, se pierde la vida, como si fuera a cuenta gotas de una dosis putrefacta. Cuando sólo quedó una manera en ver y sentir. Lo que es de él, el frío camino. Y me fui por el camino pernicioso, lo que dejó rastros de ansiedades. Cuando me fui por el mundo de los dos. Cuando me fui por el rumbo incierto. Cuando se inició el camino, el rumbo y tan indiferente. Y socavó entre los dos deseos. En ir y venir del mismo frío camino. Y quise entregar lo que es de los dos caminos. El frío o el calor de su eterna chimenea. Y pensé, si logro pensar en la chimenea, pues, tendré el calor en la piel. Como el deseo de tener el calor hasta en el alma. Cuando el desierto calma, la desesperación, de ver y sentir el camino como uno tan normal como el calor de verano. Pero, sucumbí en un sólo trance. Y decidí el silencio por un momento. Y pensé un rato, en que el frío se deshace cuando sólo siente el calor, la calefacción de un buen deseo. Y yo, deseé enfrentar el frío y, más aún, el frío camino. Decidí aferrarme al calor como se debe de tentar en la piel el frío nefasto. Cuando da el frío, como el tiempo en un equinoccio, donde se debate una espera, es ese el frío camino. Donde se guarda el más terrible de los sueños. Poder cruzar el frío camino. Cuando se da de cuenta que el secreto es la incógnita de saber que el frío es el mismo. Así que, comenzó la faena del día con una extensa noche. Cuando yo sentí el delirio de enfrentarme al frío camino. Cuando sentí una precavida pero, atrevida manera de entrar a ese frío camino. Y cruzar hasta saber qué hay detrás de ese pernicioso camino sin destino alguno. Cuando me dí cuenta que el frío camino se atrevió a desafiar el mismo frío en la misma manera de cruzar el camino. Es como enfrentar el destino como lo impermeable del amor en ese camino. Cuando el calor se viste de ternura, y se siente aquí. Como el tiempo en que caduca la espera de esperar por cruzar ese camino. Como es de saber que el tiempo es como el invierno frío, que se atreve a intensificar más y más el delirio tan consecuente de atreverse a desafiar el mismo frío. Es como calcular todo en un mismo desafío, que es alternar con el frío el calor. Y así, se decía ella. Pero, hubo una tormenta y un relámpago en que quiso entregar el alma con la luz de la chimenea, pero, quedé muy atrapada. Como el silencio del frío, arribó dentro de mi propio corazón la idea de concentrarme era un único e impetuoso calor. Como es de saber que el tiempo ocurre por saber que el delirio es tan frío como el supuesto camino. Y yo sabía cómo cruzar ese maldito camino. Pues, en su interior lo llevaba muy dentro. En que el delirio se efectúa más cuando el silencio se abastece de fríos eternos. Cuando se sintió aquí un frío atrapado. Cuando se desnuda el frío, como el viento en la misma piel. Como una salvedad que se cosecha aquí, cuando el sol es el propio desenlace del mismo calor. Y yo lo sabía, que era cierto. Como una mañana de sol, que se hizo como el mismo calor, en un sólo delirio. Cuando se siente el frío camino, como una vez se electrizó el comercio en ese frío camino. Y lo crucé sí, y ahora estoy aquí, llena de ese frío camino, el cuál nadie debe de enfrentar y saber, mi familia quedó allá, pero, sé que algún día podré regresar y contar mi historia…”-.

 

El pianista le dijo, -“sí, si nadie puede cruzar, nosotros también queríamos saber qué hay de ese otro lado, nadie lo cruza”-. La mujer que estaba desolada, impecable y con frío, temblaba y tiritaba de frío. El pianista se acercó y le dijo, en voz baja -“te daré de comer y de beber”-. Pues, ella se sintió confortable y feliz de haber logrado lo que nunca haber cruzado el frío camino. Cuando se sintió callada y riendo hasta sola por tanta felicidad. Dentro de la manera de ver y de creer en que yá sabe lo que hay detrás de ese camino, pues, una plaza llena de mucha felicidad y hasta un bar bohémico donde un pianista toca sus mejores canciones clásicas. Contra todo y sin nada, quiso ser como una mujer capaz, de ver el cielo como lo que es y no como lo pintaba la gente de gris. Lo vió y quiso ser como el alto es el cielo. Cuando su meta la cumplió a su padre, era la mujer más comentada en la plaza, la que llegó con fríos al bar bohémico y que le dió alojamiento el pianista. Y quiso ser como el ser que más aventura creyó en el frío camino. Y el pianista vuelve a tocar su máximo instrumento. El cual, quiso y amó como a su propio corazón. Y fue la melodía, la que hizo creer en él, y más como su destino o un camino frío, como el que había cruzado la mujer que él, alojó en el bar. La mujer estaba sintiendo más frío, pues, lo cruzó sola con un abrigo y un sombrero y unas botas para el frío. Y entonó una nueva canción exclusivamente para ella, para la mujer valiente que había cruzado el frío camino. Y la cual decía así…

 

           “...La Sol Fa, ay, el frío camino, el delirio mío, valiente mujer que se atreve a cruzar tal cual frío camino, ay, qué delirio el mío, el de tener que amarte, fuerte mujer, La Sol Fa…”,

 

Y entonó la canción de ese frío camino, el cual, ella cruzó, para hacer una historia, la cual, la llevó lejos y hasta supo lo que había detrás del camino: una plaza y en ella un joven, “el pianista de la juventud”. Si posiblemente se sabe que ella cruzó el camino tan helado, pero, era corto para cruzar, pero, largo en la imaginación. Ella, supo cómo cruzar el maldito camino, pues, llevó consigo una herramienta, la cual, le ayudó a avanzar por el camino tan helado. Y quiso ser ésa mujer altiva y valiente que al cruzar el camino prometió regresar y decir qué había detrás de ese cruel camino angosto y pernicioso. Un buen pianista, el cual, canta y entona la canción perfecta y en un bar bohémico, el cual, la alojó por un tiempo.

 

El pianista iba y venía con su piano a mano, en el bar, yá tenía su propio piano, obvio. Pero, él en su afán de practicar iba y venía con su piano en mano. En su casa no se cansaba de practicar esas notas, acordes y arpegios, que él sabía que eran buenos para sus canciones exquisitas y más aún clásicas y románticas. En su casa entonó una buena canción, y ésta decía así…

 

         “... La Re Mi, la casa es una eterna soledad, la infelicidad que vive hoy en mí, como si fuera una sensación de las que hay que vivir, sin tu amor, La Re Mi…”,

 

Continuará………………………………………………………...