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Núm 27.

Las paredes nos miran
afilar nuestros colmillos
y son testigos de la masacre de piernas y brazos y bragas
que va quedando a nuestro paso.

«Más vale fingir la risa y no un orgasmo» me dices
mientras te ríes y hechas al suelo la cama.

Voy a hacer de tus piernas
pistas para no aterrizar mis dedos
—es que mis dedos no quieren tus piernas—
te quieren completa
encima de mí
mojándonos
                       bailándonos
                                              y peleándonos.

Que mis caderas quieren guerra
y pierden el compás
cuando se confunden con tus gemidos
y tu manera mañosa de no dejar se hablar
—amor, las palabras no van a ningún lado
si las callan tus aullidos—

Voy a darte la vuela mil veces
a ver si así pierdo la cuenta de los orgasmos que no te saco,
quiero que mis dedos te lleguen hasta el alma
ida y vuelta y bien mojados
ida y vuelta por favor
que los necesito para seguir conociendo tu espalda
y tu culo —que se deshace entre mis dedos
o se amolda a mi mano impasible—
y todo lo que quede de ti
sin tocar,
que quiero que me reces hasta mañana,
quiero que vengas a mojarme las caderas
que grites que poesía
también es
bailar sobre mí
                           para mí
                                         y conmigo.

Voy
a
dejarte
el
corazón
entre
las
piernas.

Me Llevas a lo más alto
mientras me tiras al suelo,
—lleva el compás de los besos
que me pierdo en el de tus manos—

No, calla, grita más fuerte.

Que el silencio
sólo se oiga
cuando no suene incómodo,
y que oscuridad
sólo sea sinónimo
de nuestros cuerpos abiertos
para sabernos un poco más
cada vez
y que la soledad
sólo venga
cuando mis dedos no estén
entre tus piernas.

Quiero que nos bailemos lo cuerpos
y los miedos
quiero bailar la vida contigo.