alupego (Ángel L. Pérez)

QUE SALTEN LAS CADENAS

QUE SALTEN LAS CADENAS

Que al fin,
se desmoronen,
todas las barreras.
Que la sangre no salpique,
las conciencias.
Que el doloroso grito,
se extienda a todo el orbe.
para romper,
el dominio humillante,
que somete al que pena.

Que las cadenas salten .
Que no se nuble el Sol,
por la tragedia inmensa,
que al Universo azota,
con la saña brutal,
de la inconsciencia.
Que no venza el orgullo,
a la verdad sincera.
Que salten los cerrojos,
que al respeto sometan.

Caminantes de hierro,
forjados en el crisol,
de héroes sin techo.
Infatigables sombras,
que con olor a pólvora,
pisan tierra de nadie,
donde todo se olvida.
Audaces peregrinos,
que penosamente,
se encaminan sin techo,
y sin comida.
Sin destino sucumben,
a la maldad que anida,
en su penar sin dicha.

Se han quedado en el fondo,
de la añorada finca.
Sudores y experiencias,
que se tornan antiguas.
Y en la noche estrellada,
donde la Luna brilla.
Los cálidos alientos,
ente sollozos gritan.
Se han quedado sin techo,
en la profunda herida.

Dolores en los músculos,
mientras los huesos chillan.
Y la espalda inclinada,
por la enorme mochila,
de su tambaleante vida.
Enrojecidos ojos,
de mirar mortecina.
Soportando la losa,
que aplasta y que fulmina.

Que se rompa la rabia.
Que exploten las mentiras.
Que se parta el cinismo,
junto a la hipocresía.
Que se diluya el hambre,
sobre la tierra misma.
Y que se funda el hielo,
de las almas malditas.
Que se consuma el odio,
de la soez inquina.

Primavera sin nombres,
envuelta en las cenizas.
Acre sabor a herrumbre,
en las bocas vacías.
Y en el nutrido monte,
donde el vivir palpita.
Preñado está de azufre,
de la sed que camina.
Con la fauces abiertas,
de una fiera maldita.
La miseria horadando,
las temblorosas tripas.
Y un hedor nauseabundo,
sin querer, se mastica.

Caminante sin rumbo,
con la frente marchita.
Como lágrimas surcan,
sus mentes afligidas.
Y en los atardeceres,
cuando el cansancio obliga,
se nota en sus entrañas,
la lacerante herida.
La dimensión profunda,
de la pena infringida.

No se entiende el desprecio,
que al desdichado obliga.
Corazones de mármol,
fríos como la ira.
Con la ambición flotando,
en sus almas malditas.
Que salten las cadenas,
que someten la vida.
A.L.
http://alupego.blogspot.es
02/06/2019