Ayekan

Café de Vainilla.

Cuando despiertes, probablemente notarás que mi lado está frío y que una rosa blanca perfuma tu almohada. Cuando despiertes, sentirás que fui un estúpido al dejarte sola y que me necesitas a mí, y no a una flor contigo. Cuando despiertes, pensarás que todo fue hermoso, pero que lo sería aún más si mis brazos te arrullaran ahora…

¿Sabes? Eres lo que esperaba, no entiendo que no pueda expresarte con más que miradas y gestos lo maravillosa que eres. Es como si tus ojos me cortaran el habla, como si me tornases vacío y lo único que puedo hacer es abrazarte y sentirte…junto a mí; tus pechos redondos, tus brazos al cuello, tus dedos jugando con mi pelo, tus labios susurrando en mi oído, tu cintura guiando mis manos y tu cuello seduciendo mis sentidos.

No, en realidad sí lo entiendo; creo que te amo. Y no hay palabras que lo digan. No hay frases que se le igualen al placer de tus manos frías en mi pecho, y tu cabecita perfumada junto a mí.

Cuando despiertes, dirás que otro día comienza y que debes continuar. Que me amas, pero que estás confundida. Que estás cansada, que tienes sueño, y que yo desaparezco una vez más; como siempre.  ¡Pero mientes! Sí estoy contigo. Todo mi ser te contempla cuando estoy contigo. Estoy como embebido por dentro que no me salen palabras. Así que no pienses que me he marchado. No podría.

Cuando despiertes, imagino pondrás tu CD favorito, lo adelantarás hasta el número seis y cantarás como si nada más en el mundo importase en ese momento. Te moverás por el departamento, mirarás por la ventana, respirarás profundo y dirás “Que hermoso el cielo”. Prepararás tu café con un toque de vainilla y dos de azúcar, te instalarás a escuchar música, dejarás que te envuelva, te sentirás como una botella rebosando de vida… burbujeante vida.

Mirarás las nubes e imaginarás que tus alas te llevan a ellas, que eres libre y fresca, que tus pies llegan más allá de este suelo, y tus ideales junto al sol. De pronto bajarás la mirada, abrirás los ojos y pensarás que tienes los ojos hinchados, que el llanto se ha ido, pero volverá. Y que tienes miedo, pero no quieres que vuelva ¡y lo impugnas!, le gritas muy fuerte, subes la música más mientras giras, tu café quema tus pies descalzos y tu nada haces, sigues girando, sientes el ardor en tus dedos, derramas café pero a ti ya nada te importa, gritas, ¡gritas!

¡Tan sólo gritas!

¿Y ahora, qué piensas? ¿Sigues leyendo estas líneas recostada en la cama? Despertaste. ¿Aún me detestas por haberme marchado? No te desquites con la rosa. Podría ser de tus favoritas, es una valiente, una sencilla. Como tú.

¿Te cuento un secreto? Es verdad que no me he marchado. Te estoy esperando, a ti. Ya sabes dónde… Sí sabes. Cuando despiertes, de veras, lo entenderás.

La muchacha sacó sus zapatos del clóset, puso sus medias en el canasto y salió corriendo. El lavamanos aún goteaba pero su silueta ya lejana estaba, y sus labios rojos bosquejaban una pequeña sonrisa mientras su cuerpo era todo ímpetu al presionar el botón del elevador. Logró perderse sin emitir palabra.