CESAR LORQU

Poema IV, PIEL Y SOL

IV
Caían detenidas
las hojas confusas
de arrayanes y abetos,
ahora era inundado
el agrietado terreno
que fingía fertilidad;
permanecí indolente,
con un canto suave
pa’ agraciar el entorno
y fue imposible
cambiar mi rumbo;
el infortunio de días pasados
pesaba trágicamente
en mis ojos cansados
y mi cubierta crustácea
comenzó a hendirse
ante la invasión de raíces furtivas
que fingían inercia;
sin darme cuenta
me había incorporado
a ésta vida de muerto.