Nik Corvus Corone Cornix

Castillos y Selvas

Envuelta en llamas escapa de esa prisión
de la que hace mucho ya había salido.
Envuelta mi cabeza en esa cicatriz cautivadora,
no para de ofrecerme miles de alegorías.

Entre la culpabilidad y la libertad
circundan esos mosquitos de alas vampíricas
trayendo información y deseos,
dando cuenta de circunstancias
y cuidando de que el corazón
se mantenga aprisionado.

Este se encuentra encerrado en un castillo
levantado pared por pared por un orgullo
que no se dejará hacer daño otra vez.

Estupido corazón, se siente solo,
pide a gritos esa caricia firme y respetuosa.
Pero esta máquina de pensar no hace caso
y omite ese llamado haciendo oídos sordos.

Me encontré totalmente anonadado
cuando recibí ese toque de rosas desde atrás
y enseguida ese aroma de jardines divinos.

Esa felicidad primera fue opacada,
privada del habla, transformada en color negro
por ese majestuoso y precario miedo.

Circunde ese jardín fértil y repleto de bondades,
jugando entre azahares y dibujando, una vez más
esas curvas de labios que desde la primera hora
ya habian cautivado a ese ojo disto a maravillarse...

Me calcé una armadura negra de desprecio,
pero a quien queria engañar, me mostraba desnudo
queriendo ser visto como nunca.
Ese corazón encerrado comenzó a gritar desaforado
mientras esa cabeza reparaba las armaduras
de dulce miedo..

La selva vino a mí, me mostró miles de lagunas,
me dió ese abrazo de arboledas de ensueño
al que no atiné a comprender en el mismo instante,
y al que respondí algo tarde
con mis brazos de armas tomar.

La cabeza decidió abrir una pequeña puerta
en ese castillo maltrecho y alto, muy alto.
Mientras, ese rojo y punzante corazón se debatía
entre esas flores que convidaban miradas
y esa boca que invitaba doscientos besos
como un charco de agua pura que invita
a un chapuzón en una tarde sin aliento.

Su jardín primordial se transformó en espejismo,
una a una sus ramas y plantas se despedían
mientras el corazón tomó al cuerpo,
robó su armadura, y la calzó,
convirtiéndose en el mas valeroso caballero.

Cruzó ese bosque de cien pálidas flores,
y se encontró ante un mar brillante
en el que ese aroma de azahar
brindaba su penúltima sinfonía..

Incauto el caballero rojo se adentró
en las fauces de la naturaleza
no haciendo caso a ese líquido furtivo
que mojaba su dulce corteza.

Gallardo, reconoce una isla
donde ya había descansado una vez
entre sedas vivaces y placenteras.
Pide arrodillado ante esa diosa del jardín
tan sólo una oportunidad más de vislumbrar
tan cautivadora maravilla.

La isla desaparece
sin dejar rastro
y el peso de la armadura
encierra al corazón
quien se ahoga desahuciado
y recuerda cuán protegido estaba
en ese hediondo castillo.

El bobo rojo pide perdón a esa cabeza
quien le salva a duras penas
en medio de una noche
en la que ambos no pudieron pegar un ojo.

Ese corazón llora y extraña,
se deja complacer por el abrazo
de esa cabeza sabia
quien le promete una batalla más
pero pide el comando de su armadura.

A lo lejos, a traves del desierto
el recuerdo de un jardín esplendoroso
alimenta ese deseo de volver a caminar
a traves de lluvias mortecinas...