Cantarte yo quisiera, mi triste serenata;
mi cansado delirio, mi secreto desvelo;
quizás con una rima de suave terciopelo,
o tierna melodía, pintada de escarlata.
Hacer un pentagrama, con esa excelsa nota,
que siempre te diría que vivo suspirando;
que cada que te miro, me quedo imaginando,
que soy de tu belleza tu más leal ilota.
Que sueño con tu rostro, perfecto y tan radiante,
que quiero ser Bethoven, para poder pintarlo
en regia sinfonía, y luego venerarlo
igual que veneraban a Venus excitante.
Tu cuello bien formado, de cisne alabastrino,
sería mi corchea teñida de arrebol,
el signo prodigioso, con clave de bemol,
que lleva los compases de cántico divino.
¡Tu voz tan melodiosa será la alegoría,
que porte los arpegios de dulce y fina arietta,
que llene de emociones mi numen de poeta,
creyendo son las gotas de lánguida armonía!
Autor: Aníbal Rodríguez.