Alberto Escobar

Volver a verte.

 

Trébol de cuatro hojas eres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No sé quién me empujó a ese bar.
No sé, quizá no quería irme todavía.
El caso es que entré otra vez, venía
de otro que estaba al lado, ya de
retirada, pensaba.
Había concierto, un grupo que ya
conocía de otro bar, por cierto tocaban
muy bien, en especial el vocalista, que
además se enrollaba con la armónica
a las mil maravillas, era un virtuoso.
Entré a ver y allí estaba, me cogió de
espaldas, fue ella la que me reconoció,
si no me falla la memoria nos conocimos
en el cumpleaños de una chica que conocí
entonces, hacía algo así como tres meses
de ello.
Según me contó después en el camino de
regreso, venía con unos amigos que
siguieron después en el garito.
Fueron unos treinta minutos de reacciones
químicas que se conjuraron con la tarantela,
y digo la tarantela porque, hablo por mí, me
corría por las venas unos ríos de energía de
tal envergadura que no podía parar de bailar.
Me sorprendí a mí mismo, siempre me gustó
bailar y siempre que salgo lo hago, pero es
que esa vez...
Al final abandonamos juntos el bar y nos
acompañamos a pie hasta la Torre del Oro,
después cada cual cogió su dirección.
Yo le dí mi teléfono, ella me lo pidió, yo
no llevaba teléfono, he tomado ese hábito
últimamente, me gusta, me siento más libre.
No me ha llamado, no ha dado señales por
los dos bares que suelo visitar, no sé si llegó
bien a casa, quiero pensar que sí...
Me gustaría volver a bailar una tarantela
con ella, sentir ese ascenso de energía,
esa efervescencia, como si la sangre me
cavitara entre las venas.
La vida manda, si está de ser será, sigo
mi camino.