ivany Cristina V.

Unas hojas...

Quizás por su forma de ser tan distraida y su manera tan linda de ignorar cuando se trataba de mi, no se daba cuenta que era como mi medicina, en aquellos días en que todo se derrumbaba y los colores parecían más que grises.

Tal vez no lo sabía, pero me hacía bien, como un café en la mañana o un té para dormir tranquila en la noche.

Juro que lo intenté, pero no podía crecer donde mis hojas arrancaban; Y así, como en el otoño, ellas marchitas cayeron y al mismo tiempo el cariño que le tenía.

Un atardecer desesperada dicidí recogerlas, pero mis brazos estaban colmados y el tiempo los había cansado, miré a mi alrededor y ahí estaba él, siempre había estado ahí, observandome entre lágrimas hacer un último esfuerzo; En ese instante entendí todo, dejé caer mis manos y el viento me rozó suavemente la cara, agradeciendome por esas hojas secas, pero llenas de recuerdos; girando se alejaron en el cielo y me sentí libre, preparada para despedirme de aquel extraño amor.

Le agradecí por todo, y con un último abrazo y un beso en su mejilla, tomé valor y le dije adiós.