la negra rodriguez

DEL CAMPO A LA CIUDAD HAY UNA LÁPIDA FRÍA

Con su cuerpo menudito, quien la vio,

 con sus diecisiete años,

con su maletita pobre

con su corazón dividido

entre la pena de dejar

su infancia allá en su terruño

y el deseo de empezar

días mejores en la ciudad.

Estudiaba en las mañanas,

trabajaba en las tardes,

compartía sus anhelos,

sus angustias, sus temores

con quienes la conocíamos.

Anita era su nombre, dulce

amena y menudita, como

una pequeña florecita.

Tez morena ,cabello muy rizado,

ojitos redonditos mirada

de niña buena con un halo

de tristeza, de recuerdos campesinos

de su madre, bajo tierra

de su padre indiferente,

que dejó que se marchara

sin importarle su suerte.

Anita estaba en este mundo solita.

nos hicimos amigas cómplices compañeras,

apoyó en mi, su destino

yo me apoyé en su dulzura.

¡Anita! mi triste niña mi dulce

y querida niña, se fue quedando en mi vida

yo me quede en su  partida.

 el amor la encontró

en el doblar de una esquina.

con fervor se entregó,

y con su amor se marchó.

decía que era feliz muy feliz

y yo feliz con su dicha  ¡ay mi niña!

esperaba un niñito estaba embarazada

y muy feliz me decía que yo era la madrina.

¡ay mi niña!, cuando volví a saber de ella,

fue fatal, fue una de esas amarguras

que me asaltan que me apagan.

al día sigiente de nacer la criatura

mi niña se me moría , lejos de mi cariño

y no pude despedirme ni decirle nada,¡ nada!

     se me fue mi linda amiga,

 se marchó con mi alegría.

Hoy la recuerdo y lamento

de no poder hacer nada

desapareció el esposo

se llevo con él al niño

y nunca más supe de él

yo sé que desde el cielo

ella lo ve,

solo espero que no me reproche eso

de no saber donde encontrar a su pequeño.