Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Una Rosa Negra - Parte III~**

Todos en el momento, le aplaudió como si estuviera en la asamblea que defiende su color y raza. El tiempo pasó y se lo contó al convite negro en un atardecer hermoso, cuando el ocaso se fue y llegó la noche fría, pero, con calor extremo. Y les dijo así…



                 “... sólo le dije lo que tenía que decir, que a una persona de color se respeta igual que a un blanco, cuando a la persona de color se trata de igual que a otro semejante y le dejé saber que si a otra persona le hace lo mismo que se iría de la avenida…”,



Todos con agrado de salvación de su propia sangre y más aún de su raza negra le aplaude en el auditorio. Y se sintió el deseo de embriagar el momento con tan sólo con la sangre hirviendo de deseos en proteger a la raza negra. La Rosa, aquella rosa negra, se sintió hermosa como esa rosa negra, que a pesar del sol, la quemó con sus rayos de luz, y fue y será la más bella rosa. Una rosa negra… Que entre tantas sería la más bella. Como el triunfo en poseer lo que delibera cuando se aferra más la idea en aferrarse más cuando sólo se siente el capricho tan exótico como lo que fue defender a su raza y más potente que la misma fuerza en ser dueña y reina de su propio instinto en querer ser a conciencia toda una dama negra, como la del ajedrez. -“Sí, como la reina del tablero que en su escaque se aferró a su posición y en defender su territorio y a su rey. Es como la fuerza en debilidad que ocurre cuando se siente más la terrible calma, por esperar a que alguien te defienda pues, no, no, no, y no”-, se decía ella. Se defendió a puño y a espada, cuando quiso ser toda una mujer negra con todos los derechos. Y más aún se entreteje una voluntad en ser reina y nada más. Como la fuerza de un todo. Que crece entre la nada de un viento o de una luz opaca, que crece más y más. Como la locura de ser y nada más. Que hoy se atreve a desafiar lo que era una cruel y débil tortura. Como lo fue querer ser alguien, pero, sin obstáculos ni miedos exquisitos. Se debió de entretejer lo que a conciencia se encrudece en el tiempo. Una herida sin sanar, sólo como la sal del mar. Quiso ser como el silencio, que es tan viejo como el agua o como el mismo aire que sopla y roza en la piel. La Rosa, una rosa negra, llega al convite negro. Y decide esta vez, hablarle a la audiencia de su experiencia como mujer de color. Y se expresa así…



               “... mi gente de color, mi gente de raza negra, no podemos comenzar los días así, con discrimen, con prejuicios, con rechazos en nuestros caminos y más aún en nuestro lugar de trabajo, el ego me dice que tenemos que dar pie de lucha más y más, para sustentar lo que queda en nuestros corazones ardientes de emociones claras, para poder sobrevivir en esta clase de cruel inmundo, tan bajo como la poca educación que existe de parte de la raza blanca hacia nosotros, en pie de lucha siempre dando cara a nuestro agresor verbal, al dialecto en menosprecio, al discrimen antisocial, y al rechazo humanos por parte de gente sin escrúpulos…”,

 

La asamblea quedó atónita, ambigua, y callada. Muchos sufren de dolor ajeno, pero, callados, en silencio, como que quisieran gritar a viva voz, pero, quedan encerrados en su propia aceptación o humillación de parte de estos individuos que sólo hacen una cosa, hacer infeliz a los demás. Y eso era lo que no quería el convite negro. Ser infeliz a cuesta de otros malnacidos. Y ella, Rosa, fue objeto y directriz a seguir como que fue ejemplo a seguir y sin más quedó tan envidiada, pero de la buena, la gente quedó sorprendida, y más aún quedó complacida con el discurso que les ofreció la Rosa, una rosa negra. Se fue en silencio, pero, extasiada y complacida con haber hablado así a la asamblea del convite negro. Se fue hacia sus aposentos que dan calor, porque el frío de la calle estaba muy helado. Cuando se encuentra lo que se cree un hombre deshecho, casi lloroso, casi imperceptible, y susceptible, acostado en la cama abrazando a su almohada. Era Rigoberto, su esposo, en el trabajo le hicieron la vida imposible, llegó otro señor más blanco que el mismo cielo, y quiso que le atendiera él, Rigoberto, lo dejó en ridículo, le enseñó a sumar y restar y más aún le enseñó delante de todos cómo se tenía que laborar con un cliente distinguido, a lo que él le comentó soy nuevo en esta empresa, y por ende, no śe todavía muy bien mi trabajo. Y el señor de cabellos blancos como el algodón, le dijo, -“apúrate porque allá fuera hay mucha competencia y hay más blancos inteligentes que negros y todo, porque no se dejan amedrentar por un negro, aquí tanto hay discrimen racial, tanto de blancos hacia negros y de negros hacia el blanco, así, que corre que el que corre avanza un poco más, es mi gran suerte  para un hombre valiente como lo es usted, porque estar parado ahí no le dá derecho a no tratar o que no te traten de igual forma hacia su persona, adelante amigo”- y le sonrío y le guiña un ojo. Eso le cayó como bomba en el estómago. Y por poco vomita. Yá era la hora de salida y decide marcharse hacia su hogar. Mientras que Rosa, lo consuela, le dice, -“yá verás aprenderás, y serás bueno en lo que te desempeñes, y sentirás tu sangre corre en las venas por tu piel y por tu raza como yo lo hice, amor. Sólo te tienes atrever a enfrentarte a esa clase de gente. Yá verás”-. Y ella, Rosa, lo abraza y le da un beso. Es otro día, Rigoberto, sosegado y en calma, vá rumbo a su trabajo. Y decide poner en su lugar a aquél que no le permita avanzar en su carrera profesional. Y lo aprendió muy bien. Siempre con educación, la que cada vez caracteriza al que es discriminado, rechazado y más aún despreciado lo colocó dentro de un perímetro establecido de respeto entre él, Rigoberto y aquellos clientes blancos que visitaban la tienda para obtener sus servicios. Y los colocó en su sitio y más aún consiguió el honor y la honra respetable entre la clase negra laboral. Y decidió en intensificar su acometido para demostrar sus más respetables servicios. O se retiraba, y a eso no le convenía al patrono, él era y es el mejor ofreciendo sus servicios en la tienda como empresario. Era la década del ‘60. Todavía no existían derechos raciales, ni tampoco, honra, ni honor hacia la raza negra. Rosa, una rosa negra, que no le permitió a nadie vencer ante el desprecio y el rechazo hacia su piel negra, todavía no quedaba sosegada ante tanto discrimen racial. Y su niño, ella pensaba en su niño, ¿qué haría en el mañana, cuando sintiera el discrimen, si yá lo había percibido?. Pero, el niño, como yá habíamos hablado, salió más inteligente que nadie. Los educaba, le sostenía su decente educación, y no se molestaba sino que se retiraba del lugar. Y creció sí, y continúo así, como todo niño decente, no con una educación interracial, sino moralista y honesta. Pero, no dejó de sentir el menosprecio de algunos blancos, sino que decidió en ser a conciencia lo que dejó de ser un niño contemplando la posibilidad de ser un negro sin instinto y supremacía a ser un negro altivo, con ego y con la máxima posibilidad en crear y tener una educación como todo hombre sin clases de razas, sin discriminar, sin rechazo y siempre con empatía hacia su piel. El negro es siempre y será el niche de la sociedad, es la década final de ‘70, y continúa el racismo, como primer desprecio humano hacia los negros. El niño se hizo hombre, y era un joven de quince años exactos. Entró a un colegio a terminar la secundaria y también recibió insultos por parte de jóvenes y niños blancos. Era negro, un niche de color e intacto parecer. Cuando logró llegar a Universidad a principio de los ‘80, todavía era igual. Recibía empujones, insultos, y desprecio racial. Mientras que Rosa, yá maduraba también, yá no era la Rosa, la mujer de nariz chata tan joven aún. Era una mujer madura de más de cincuenta años. Y a pesar de todo, y de los inconvenientes que la vida le presentaba, la Rosa, una rosa negra, recordaba más su niñez, y de aquella rosa curtida por el sol que marchitó y se puso negra como el color de su propia piel. Y quería tanto a las rosas rojas y todo porque cuando marchitaban se convertían en negro color, dejando un olor exquisito a aroma de rosa. Y Rigoberto, tratando siempre de dar lo mejor a su niño, lo quería tanto que siempre se dijo, “si Dios, me hubiera dado otro negrito, estuviera más contento…”-, y así pasaba el tiempo. Mientras que el convite negro, nunca dejaban de asistir fue como una bendición cuando llenó aquella solicitud cuando entró de valiente al convite negro a defender a su propia raza. Cuando se enfrascó la idea de pertenecer al convite negro. Y llegó a ser  la presidenta, y era la Rosa, una rosa negra. Para principio de los ‘80. Y así se expresó ante el convite…

 

                 “...yá amigos, compañeros y familiares todos, yá hemos recibido de parte de la raza blanca nuestros más honorables respetos, nuestros derechos están fijos, como la roca del mar, como el río vá al mar, y como el sol sale entre la tempestad, es así amigos, nuestra raza negra ha cambiado su rumbo, y dirección, somos negros de intacto niche, que creamos un suburbio, una asamblea, y un auditorio para converger nuestros derechos, nuestros antepasado yá no serán igual, y quedará por siempre intactas nuestras huellas al pasar la vida como la raza negra que hoy yá tiene sus derechos…”,

 

Y así prosiguió, la señora Rosa, una rosa negra en aquel hermoso jardín de bellas flores. Y prosiguió el desenlace autónomo, de la valentía, de la supremacía, de la alta alcurnia, y de una manera extraña en ver el reflejo en saber la diferencia entre ser negro, ser blanco y el desprecio que algunos fueron sometidos estrictamente por haber nacido negro y ser descendiente de negros y más, por tener la piel de color negro. Pero, eso nunca fue impedimento, para salir hacia adelante, fue como una aventura sin paracaídas, con descender hacia el abismo frío sin hallar la salida. Fue como pertenecer entre lo más real y la fantasía, por haber nacido de color negro. Pero, llegó un momento en que las ideas se complementaban mejor en cada cabeza. Hasta hacer que su raza se convirtiera en una respetada idiosincrasia. En que los derechos humanos valieran tanto o mejor que nunca. Aunque nunca se llegó a deliberar tanto ni se fue del todo la discriminación racial ni mucho menos la complicidad de alguna gente en hacer daño a las personas de color y de raza negra. Y el convite se enorgulleció de su presentación, y como existía el convite negro, también existía convites o grupos que defendían a la raza blanca, pero, nunca hubo una contienda o camorra entre los dos bandos. Fue una decisión bastante difícil, el crear derechos y hacerlos valer. Pues, el negro con su altivez y su ego, pretendía siempre de tener un orgullo alto, muy alto, algunos soportaban la discriminación, otros le echaban hacia adelante, pero, nunca hubo un accidente mayor de la consecuencia por haber nacido y tener la piel de color negro. Y Rosa, como la presidente del convite negro, se expresó de tal manera que dijo…

 

                 “...nosotros los negros seremos de raza negra que converge con la raza blanca, cuando se siente el deseo de entregar el alma y el corazón por nuestra raza, y más íntegra que el destino nuestro o en nuestro camino en seguir y sublevar lo que se cree de una raza que tiene el poder como la de ser blanca,, así que amigos, compañeros y familiares, hemos logrado lo que nunca con el convite negro, al poder siempre al poder…”,



Y Rosa, una rosa negra, al poder siempre y al mando de todo poder en el convite no se dejó amedrentar ni ser cobarde como otras personas en que sólo se sentían atrapadas hasta en su propia piel y en su hermosa raza. Y fue ella, Rosa, la rosa negra, que sucumbió en un sólo trance de entregarte el coraje de servir a los suyos, y más cuando se debió de entretejer una sola salvación para la raza negra. Cuando sucumbió en una sola idea, el poder ser más fuerte que el mismo tipo de racismo que pasaban muchos en un triste camino. Y se debió de enfrentar más aún a la sola soledad en saber discernir entre lo que ocurría y lo que pasaba en realidad, que era negra, pero, ella siempre se decía una rosa negra como la de aquel jardín. Cuando el sol le regó y se expuso tanto al sol que quemó sus pétalos hermosos, y se convirtió de una rosa roja a una rosa negra. Y se entregó en cuerpo y en alma, a esa rosa roja, cuando se intensificó su color negro por el sol dentro de aquella rosa roja. Cuando se electrizó más su cometido, cuando se entregó en cuerpo y alma, lo que se debió de saber aquí. Unos derechos del convite negro. Cuando se opuso al discrimen callejero, al inconsciente desenfreno de rechazar a la piel de color negro. Cuando se realiza lo que conlleva aquí. Con una atracción en satisfacción en mejorar lo que crece en una sola salvación hacia la raza negra. Cuando se encrudece lo que más se percibe. Una crueldad en discriminar una piel negra. Si el día es blanco como las nubes blancas, pero, oscurece con el ocaso y llega la noche fría sin marrar lo que cuesta la vida, entonces si se desviste el cuerpo de vestidos dejando el cuerpo desnudo, es como sino tuviera más que el mismo pellejo debajo de toda esa indumentaria de vestidos, dejando la piel tan desnuda como los pensamientos. Y si fuera dejando la misma piel, será renegar o abandonar lo que te pertenece. Cuando se siente más y más, como electrizar la piel como un deseo en vengar u obtener derechos consecuentes para poder realizar una atracción de su misma piel y más. Es como debatir en la espera. Y Rosa, llega a su hogar en la DQ Avenue, y decide tomar entre sus manos el libro aquel de su novela la cual se titula así, “La Casa en la Pira” y leyó una parte de el en la espera de Rigoberto, que decía así…

 

            “...en la pira sin más ni más, se esconde esta bruja fea del tiempo y del ocaso, en que advierte más y más, que sólo desea ser feliz, como la locura en la tortura en que sólo se siente capaz en ser feliz encerrada entre el tiempo con su casa en la pira, esperando a que llegue la noche fría para salir de la pócima y del hechizo…”,

 

Y Rosa, espera y espera a su marido, y no logra recuperar el tiempo pensando en sólo en él. Y se siente incapaz de creer y de imaginar lo peor. Cuando Rigoberto, llega a la casa, y le cuenta lo que le sucedió: unas horas extras en su trabajo por trabajar demás. E hizo respetar su piel y más aún el deseo de nunca más naufragar en el tiempo como todo náufrago, si nada hacia la orilla siempre. Es como debatir en la espera de algo sin precedente. Es como abrir y cerrar el mismo abismo, es como tener la misma esencia putrefacta en crear algo, es como tener un escudo en adarga, pero, roto. Los derechos se crean para bien y para ellos, los de raza negra para llegar a ser más feliz. Es como arribar el tiempo. Es como conseguir en el tiempo y en la mentira, en saber que es la verdad que ayer atrapaba más la conciencia del hombre y a la mujer de color negro. Cuando se intensifica más y más lo que enreda y lo que desencadena como la cadena de amor en proteger más a su piel negra. Y esperó a que el tiempo descubriera el ocaso y que cosechara como la vez aquella en que se prefirió que en el convite negro, se electrizara como el sinónimo de un imperfecto ayer. Y soslaya en la penumbra de soledad y más aún, quedan atrapados en el convite negro, como aquella bruja de “La Casa en la Pira”. Y se enfrasca una contienda en salvaguardar lo que interrumpe, un deseo como la nueva aventura en crear una sola conciencia. Y en ser negro de intacto linaje sin espuria descendencia se enaltece lo que encierra en el ademán frío, en una sola piel y es en ser negro como un estirpe tan real y connatural y con un descendiente, su hijo. Y Rosa, llega al convite negro. Y se expresa de una manera conceptual, así…

 

              “...en la vida hay que tener agallas, tener valentía, y saber enfrentarse a cada situación en la vida, hay que saber que nuestro tiempo ha llegado y que ha borrado el ayer, contra un deseo en que nuestros derechos han sido perfectos para defender y proteger nuestras vidas del acecho discriminatorio de cada unos de los inconscientes de raza blanca…”,

 

Continuará……………………………………………….