Nik Corvus Corone Cornix

Jardín de Flores

No puedo dormir
en medio de una mañana fría.

O sera lo frío
de mi corazón...

Extraño ese perfume
y esa figura tersa y suave
que se me presento un día
de lluvia otoñal.

Enloquecí ante ese abrazo
que en silencio me hizo
tan pero tan hombre...

Bailé entre esos dedos
cortos y blancos.
Caminé a través de esa selva
de dulces flores tatuadas,
impregnada en su piel.

Besé ese vértigo,
ese espejo en el cual
mis penurias se veían opacadas,
en el surco de sus labios...

Caminé en esa lluvia
sintiéndome parte del aire,
rogué porque el momento fuera eterno,
y no tener que dudar ahora.

Me carcome esta culpa,
esta frialdad que me apodera.

No duermo
envuelto en sedas calurosas,
me contengo en el silencio,
actúo, soy promiscuo.


Me excité ante el mejor momento,
me entretuve entre las nubes del cielo mismo,
jugué con Dios, patié su culo,
lo besé en la boca y lo bendije.

Su voz me hizo conocer el placer,
su grito me llevo hasta los elíseos,
luego de su sueño fuí guardián
y despedí a esa paloma, hasta otro día.


Hoy contengo esta duda inaudita
y esquivo mi realidad cual si fuera un juego.
Me pregunto cuanto me ofrece la rutina,
cuan importante es en mi vida
la flor que no florece, que tiene espinas.

Dudo, considero la opción
de ser libre y ya conocer al jardín entero.

Esta abeja que poliniza
teme clavar su aguijón,
pero las flores son tan cautivadoras
y mías...