jesus guzman

Aquello que fue

A. Y

 

Te adivino en mis recuerdos,

intacta,

como una pregunta sin respuesta,

un tal vez que se acuesta a mi lado

cada noche,

un deseo que se esconde

entre los pliegues de otra piel.

 

Te adivino en mi boca,

repitiendo un beso,

susurrando

los silencios que sembre en tu vida. 

Me lo dabas todo

y dejé tu esperanza a la deriva,

te abandoné

como a un tesoro que se olvida,

pétalo a pétalo

fui marchitando esa rosa,

cambie las miradas por espinas

y la esperanza por lágrimas. 

 

Asi te fui adivinando en mis manos,

herida por la vida misma,

te abracé el alma lo más que pude

sin saber que te había soltado...

y volví a fallar

como los días te habían fallado,

ni Dios me podría perdonar,

ni Dios mismo me clavaria esta pena

que ahoga mi sangre 

 

Quien habría de amar tu poesía y tu noche,

lavar mi culpa

y devolverte los días

en que tu sonrisa tenía motivos:

yo no tengo fe,

no me queda,

ni merecerías que la tuviera. 

 

Ay mi diosa coronada,

sutil aroma a lluvia que florece

en la tristeza más pura de todas,

quienes éramos entonces

si no dos locos extraños

que en alguna vida se miran,

se aman,

se olvidan.