Que mis yemas recorran tu tersa piel
con afán de percibir los latidos del alma,
azuzar versos dulces como la miel
derramada, pétalos ardientes de mi palma;
cantar bajo la noche la alborada,
la melodía lene que nace en tus ojos encantada,
transforma los tenues rastros de la madrugada
una brillante estela anaranjada;
cobija, llena de paz mi ser,
enciende en mi pecho colorida primavera
desfragmentas tu aliento etéreo de la materia
tu aura divina, infinita mujer.
Tu esencia blanca al firmamento asciende
tu perfume orna su vacío mi querida rosa,
transmutas en una ardiente y roja nebulosa
y todo lo que no es tu luz enciende;
desciendes cansada como un rocío
emanas de tus labios un cálido suspiro,
ensimismado en tu cabello la luna miro
tu alma, mi alma son uno, amor mío.